En la Fórmula 1 ese equilibrio ya se pone a prueba cada fin de semana. Cada monoplaza lleva unos 300 sensores que generan 1,1 millones de datos por segundo camino del muro de boxes. Equipos como McLaren transforman ese caudal en decisiones tácticas gracias a plataformas de análisis en tiempo real que procesan telemetría a 100 kHz.
Los algoritmos sugieren cuándo parar, qué neumático montar o si conviene un undercut, pero la última palabra sigue siendo del estratega que, tablet en mano, escucha el pulso de la carrera y del piloto.
Incluso la FIA recurre ya a visión artificial para cribar los más de 1200 posibles excesos de límites de pista que colapsaron el GP de Austria 2023; la IA descarta falsos positivos pero deja las decisiones dudosas al criterio de un comisario humano. Para Cristian Albeiro Carmona Hernández, «la automatización libera a los profesionales de tareas mecánicas y les deja espacio para lo creativo y lo estratégico», justo lo que ocurre en el paddock.
Las “dos T” de Cristian Albeiro Carmona Hernández para MotoGP
En MotoGP, la revolución tiene forma de robot del tamaño de una maleta: el ordenador NTB-01 recorre cada circuito con láser LiDAR y devuelve un gemelo digital de 200 GB; con él, Ducati simula variaciones de setup que llegan a recortar hasta tres segundos por carrera. Aun así, la herramienta «solo es tan buena como la gente que la interpreta», y los pilotos confiesan que siguen confiando en su “feeling” para decidir en pista. La moraleja encaja con el modelo de las “dos T” de Cristian Albeiro Carmona Hernández —talento y tecnología—: sin diálogo entre ambas ninguna escudería pasa de mitad de parrilla.
Mirando al futuro, Cristian Albeiro Carmona Hernández augura una parrilla todavía más conectada, pero con puestos de trabajo más especializados en ciencia de datos, ética y ciberseguridad. Quien quiera subirse al podio, concluye, tendrá que combinar inteligencia artificial con inteligencia humana: «La IA está cambiando el mercado, pero debemos verla como una oportunidad para liberar al profesional y llevarlo a tareas realmente estratégicas». En otras palabras: el turbo lo pone la máquina; la dirección sigue en manos de las personas.
Dos apuntes más para redondear la foto que traza Cristian Albeiro Carmona Hernández: la pista de competición es solo la punta del iceberg; en la trastienda, academias de jóvenes pilotos y centros de I+D ya analizan gigabytes de datos de simulador para perfilar estilos de conducción antes de que el novato suba por primera vez al coche o la moto real.
Carmona sostiene que esa “educación aumentada” marcará la diferencia entre un talento emergente y un mero producto de marketing: «Las herramientas digitales son útiles solo cuando son manejadas por profesionales competentes y bien preparados; nuestra tarea es formar a esos profesionales». Para él, la IA no reemplaza al entrenador ni al telemétrico, pero les da una lupa de aumento que acelera el aprendizaje y democratiza el a datos que antes solo tenían las grandes escuderías.
Asimismo, el consultor alerta sobre un reto silencioso: la ética y la protección del dato. Con sensores que monitorizan desde pulsaciones del piloto hasta presión de neumáticos, el riesgo de uso indebido crece. Cristian Albeiro Carmona Hernández aboga por comités de supervisión en cada equipo que evalúen sesgos algorítmicos y refuercen la ciberseguridad: «La IA, como cualquier otra herramienta, debe usarse con transparencia y responsabilidad». En su visión, el futuro ganador será el que combine velocidad y confianza: un ecosistema donde los algoritmos corran libres… pero siempre bajo las banderas de la ética y el talento humano.