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Imaginen que les entregan un sobre con la papeleta del Balón de Oro 2025. Solo tres casillas, cinco puntos, tres puntos y uno. ¿Quién se atreve a dejar fuera a Lamine Yamal? ¿Quién se atreve a mirar a la cara a este niño de 17 años y decirle: "No, tú todavía no"?
Lamine ha firmado 17 goles y 25 asistencias en 53 partidos, ha sido el motor de un Barça campeón de Liga, semifinalista de Champions y campeón de Europa con España. Pero aun así, dudamos. Dudamos porque no lo vemos como al mejor jugador del planeta. Lo vemos como a nuestro hijo. Uno que juega mucho a la consola, que se acuesta tarde y que tendría que estar "centrado". Como si no lo estuviera. Como si le hiciera falta un máster en madurez para seguir humillando laterales.
Le exigimos más que a Messi con 25. Porque claro, "no le vaya a pasar lo de Ansu", "que no se le suba a la cabeza", "que no lo queme el entorno". Vamos, que no viva como quiere vivir. Que lo haga como nosotros decimos. Como si fuéramos expertos en gestionar a genios precoces.
El Balón de Oro premia el mejor curso. Y este chico ha aprobado con matrícula de honor. Lo único que le impide ganarlo... es que lo seguimos viendo con ojos de padre. Y a los hijos no se les deja volar hasta que ya es demasiado tarde. Aquí mi voto, son cinco puntos y son para Lamine.
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