Esta columna suele estar reservada para repartir cera, ajustar cuentas y señalar incoherencias. Pero hay tipos que rompen hasta eso. Hansi Flick, por ejemplo. Porque ante su trabajo, su templanza y su milagro silencioso, no queda otra que rendirse.
En septiembre, los mismos que hoy se suben al carro de la Flickmanía pedían su cabeza antes de octubre. Que si frío, que si distante, que si no entendía el ADN Barça. Hoy, junio mediante, el técnico alemán ha firmado una temporada histórica, devolviendo al Barcelona la autoridad que había perdido entre excusas, palancas y autodestrucción institucional.
Hansi Flick ha sido mucho más que un entrenador. Ha sido el escudo de una plantilla joven, talentosa y con hambre, pero también el paraguas que ha evitado que el 'Huracán Joan Laporta' arrasara con todo. Porque el presidente, tan amante del show como del caos, ha coqueteado con el abismo más de una vez: filtraciones, órdagos, amistades peligrosas… pero ahí estaba Flick, alemán hasta en el temple, para poner orden y, sobre todo, fútbol.
En honor al campeón, al Barcelona que recuperó su esencia desde la serenidad táctica de Flick y la electricidad juvenil de su vestuario, hay que decirlo claro: sin Flick, esta Liga no habría sido posible. Ni los títulos, ni la estabilidad, ni siquiera el orgullo. El Barça ha vuelto. Pero lo ha hecho con una fórmula que nadie esperaba: orden alemán, alma catalana… y una trinchera inexpugnable entre el banquillo y el palco.
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