Simone Biles, en el ejercicio de salto de la clasificación por equiposLAPRESSE
En una encuesta de popularidad ahora mismo sobre quién es el personaje de estos Juegos en Francia, de inmediato, los galos se repartirían entre Antoine Dupont y León Marchand. Seguramente por popularidad ganaría el de rugby, que ha conseguido todo cuanto se ha propuesto en el balón oval salvo el título mundial, una empresa peliaguda por la calidad, especialmente, de Sudáfrica y Nueva Zelanda
. Tampoco estaría muy lejos el nadador, que ayer en La Defense Arena provocó unas colas curiosas cuando aún quedaba una hora y media para el inicio de la competición de la mañana. Por la tarde, la piscina fue un volcán con su oro en 400 estilos.
Pero en una visión global, lo excitante fue el regreso de Simone Biles.
Desde que se retiró Usain Bolt, la imagen del olimpismo es la menuda gimnasta. Verla otra vez bordando la gimnasia en unos Juegos después de los problemas de salud que tuvo en Tokio es una fabulosa noticia para el deporte.
No es extraño que Tom Cruise, Snoop Dogg y todas las celebrities
escogieran Paris Bercy ayer. Nadie le obligó a Biles a regresar. La iración ya la tenía cuando decidió no seguir en la competición hace tres años. No ha vuelto por egoísmo. Lo hace inventando nuevos y arriesgados ejercicios porque quiere que el público disfrute. En eso no tiene rival. Ni en la gimnasia ni en el deporte.
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