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Dakar

"Agotados hasta el delirio"

Xavi Foj recuerda cómo en 1992 rodearon media África, sin visados, para reengancharse a la carrera en Camerún

Xavi Foj, en una imagen de archivo.
Xavi Foj, en una imagen de archivo.MARCA
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En África las cosas eran como eran… Así lo vivimos nosotros en el París-Ciudad del Cabo de 1992. Nuestra odisea comenzó cuando pasamos una duna con demasiado ímpetu, aterrizamos de mala manera y rompimos las ballestas traseras del coche. Tuvimos que apañarnos como pudimos y lo que hicimos fue atar el puente trasero al chasis para poder llegar rodando. Esto nos pilló de camino al Chad, un país que entró en guerra con la carrera recién empezada. Por ello, la organización decidió reagrupar la carrera antes de la frontera y neutralizarla hasta Camerún, donde se reanudaría.

El problema es que nosotros llegamos medio día tarde a la salida de aquella etapa por la avería y perdimos la entrada en Chad con la caravana. Así que no nos dejaban pasar la frontera y nos decían que teníamos que darnos la vuelta. Pero decidimos rodear Chad por Nigeria para intentar llegar a Camerún y reengancharnos a la carrera porque, al estar neutralizada, no íbamos a perder tiempo. Todo por la obsesión de seguir.

El problema es que originalmente la carrera no pasaba por Nigeria y, por tanto, no teníamos los visados para entrar y salir del país. Pero aun así nos la jugamos a intentar entrar porque la corrupción que había en esos países podía ser una aliada. Decidimos probar a entrar y con unos dólares en el pasaporte lo solucionamos. Fue fácil, pero lo que no pensamos es que teníamos que pasar después la de salida y ahí la cosa se complicó.

Nos decían que la carrera no pasaba por allí, que no teníamos el visado… Nosotros hasta invocamos a Thierry Sabine, que había muerto ya hace unos años, para ver si lo conocían y con eso nos dejaban salir. Lo intentamos también con sobornos, pero esta vez fue más difícil y nos costó tres días poder pasar a Camerún. A todo esto, por supuesto, nadie sabía que estábamos allí…

Aun así, tratamos de alcanzar a la carrera a base de conducir día y noche. Cogíamos el combustible que dejaba atrás la carrera o lo comprábamos donde podíamos. No recuerdo tortura más grande que aquellos días sin dormir tratando de llegar a Point Noire, donde había que coger un barco que nos trasladaba a Angola, evitando Zaire, que también estaba en guerra civil. O lo cogíamos, o ya no nos quedaban opciones.

Recuperamos dos días conduciendo y el tercero era el día de descanso en Point Noire. En esos días, con el cansancio, los nervios que pasamos y el hambre, el subconsciente y el agotamiento nos traicionó. Mi copiloto llegó a sufrir alucinaciones: confundía los árboles con gigantes, que a veces eran buenos y le invitaban a comer, pero otras eran malos y se lo querían comer, y él se asustaba mucho. Era cosa de segundos, pero siempre con los ojos abiertos. Lo que nunca pensó fue en abandonar, tenía una voluntad de hierro. En mi caso, yo trataba de mantenerme despierto por la noche haciendo cálculos mentales, ejercicios de respiración, animándome pensando lo poco que quedaba para salir el sol… Pero es cierto que nos pasó una desgracia porque Dios no quiso, pero mereció la pena porque llegamos al barco justo cuando estaban cerrando las puertas de la embarcación. Mi copiloto, después de comer y descansar, ya no volvió a tener visiones. Lo conseguimos… aunque haciendo todo lo que no hay que hacer. Al menos llegamos a Ciudad del Cabo y tenemos una bonita historia que contar.

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