El equipo español de natación artística formado por Txel Ferre, Marina García, Lilou Lluis, Txell Más, Alisa Ozhogina, Paula Ramírez, Iris Tío y Blanca Toledano, conquistó la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de París al mantener tras el ejercicio de acrobacias el tercer puesto que traían de la suma de la rutina técnica y la libre.
Es la tercera medalla que logra un equipo -ya fueron plata en Pekín 2008 y bronce en 2012- y la quinta de un deporte en el que España ha creado escuela como demuestra que al frente de los equipos que alcanzaron el oro y la plata estén dos técnicas de este país: Anna Tarrés, con China, que conquistó el oro (996,1389), y Andrea Fuentes, que llevó a la plata a Estados Unidos (914,3421).
Las sesiones olímpicas, en un homenaje al teatro francés, se abre en todos los deportes con tres golpes a cargo de alguna leyenda relevante. La de acrobacias la inauguró Ona Carbonell, doble medallista olímpica. Sonó a señuelo de lo que podía acontecer una hora después. La de Barcelona estuvo hace tres años ahí enfrascada, cuando la artística aún no había sufrido la revolución, cuando sólo había dos programas, el técnico y el libre, cuando también todo era más subjetivo y el status quo pesaba en la decisión de los jueces.
De aquel equipo, aguantan cinco competidoras -son nuevas García, Lluis y Ferré- que se entregaron en el ejercicio de las acrobacias, que han preparado contra reloj para aspirar al podio. De hecho, se han presentado en París con una dificultad minimamente superior al de Japón (26,950 por 26,900). Era el cuarto más arriesgado tras Francia -fabuloso su can can que encendió el Acquatics Centre-, China y Canadá.
España salió en quinto lugar. Ante todo se trataba de no fallar. Si se mantenía el multiplicador de base, Japón tendría que bordar el ejercicio hasta los extremos para enjugar los casi seis puntos de ventaja que había. Con los pies en el suelo, Estados Unidos, que tiene como experto en acrobacias al marido de Andrea Fuentes, Víctor Cano, un olímpico español de la quinta de Gervasio Deferr, no era alcanzable. Y las chinas sólo tenían que tocar el agua para que les dieran el oro.
En tres minutos se jugaban la medalla. Mayuko Fujiki, la seleccionadora, y su equipo se han quitado muchas horas de sueño en este ejercicio. Empezaron en corro fuera. Era la base el Mundial de Doha, donde fueran quintas, pero mucho más trabajada. Fuentes, de hecho, se sorprendió al verlas en los entrenamientos. Al son de Eminem hicieron una coreografía soberbia, en la que el ejercicio más complicada era un pino que lo ejecutaron con brillantez, un carpado y dos acrobacias de mérito. Mayu, en una esquina de la piscina, se dejaba las manos aplaudiendo. Se dispararon en el total con 900,7319, una nota que no aseguraba la medalla. Canadá, que con el sistema de puntuación aún sin perfeccionar, es de los equipos que sale más favorecido según las expertas, ni se acercó (859, 2229).
El rival, definitivamente, era Japón. Las niponas le metieron tambores a la melodía. No provocó en el público el mismo entusiasmo que todo lo que se había visto antes en la tarde, aunque fue de gran belleza. Se quedaron en 880.6841. Si México no hacía un milagro, la medalla era española. No hubo tal. Esto era París, no Lourdes.