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El pasado 18 de enero el Atlético era líder de LaLiga, tenía la posibilidad de cerrar en su estadio el pase a los octavos de final de la Liga de Campeones y en Copa del Rey caminaba con cierta tranquilidad tras ganar a domicilio al Elche. Todo era buenas sensaciones gracias a la histórica racha de quince partidos consecutivos ganando, pero un mes después todo voló por los aires. En el momento clave de la temporada el equipo compitió, pero no lo suficiente como para detener unos duros golpes que terminaron por mandarlo a la lona y desplumarle de todo tipo de opciones para ganar un título.
Si en enero todo era perfecto, con marzo llegó la caída libre. El cuatro de marzo se salió del Bernabéu con una derrota en Liga de Campeones pero con la sensación de que se podía remontar la eliminatoria en la vuelta, pero nada más lejos de la realidad. Al zarpazo sufrido en casa del eterno rival se sumaron los de Getafe, la conocida tanda de penaltis ante los blancos en Champions y Barcelona en casa algo que provocó decir adiós a la Copa, las competiciones europeas y LaLiga. Cuatro derrotas seguidas de las que todavía no se ha recuperado el equipo y que tienen varios padrinos.
El más significativo puede ser Antoine Griezmann. Con 16 dianas hasta el mes de febrero el francés era determinante en el Atlético. Formaba una de las parejas más efectivas del fútbol europeo con Julián Alvarez y caminaba con paso firme para alcanzar su gol 200 con el conjunto rojiblanco. Pero en los momentos en los que tuvo que dar continuidad a su capacidad de decidir no se vio a un Principito que ha llegado a perder la titularidad y a pasar por los partidos como si fuese un futbolista terrenal. Acostumbrados al caviar que siempre ha dado el francés, es incomprensible degustar ahora sus actuaciones.
Lejos de los dominios de El Principito, el equipo de Simeone ha sufrido notablemente en defensa. Jan Oblak está muy cerca de conseguir su sexto trofeo Zamora, pero ha atravesado semanas en las que se ha acostumbrado a recoger balones de su propia portería. De hecho, el Atlético llegó a encadenar nueve partidos encajando goles, algo que provocó sumar sólo dos triunfos en dichos encuentros. Pese a contar con tres centrales tan experimentados como Lenglet, Giménez o Le Normand, todos ellos se han mostrado vulnerables en situaciones clave como fueron las visitas a Cornellá o a Las Palmas.
Con cuatro delanteros de la talla de Julián Alvarez, Griezmann, Sorloth y Correa parecía que el ataque colchonero estaba más que cubierto, pero viendo el nivel mostrado por algunos de ellos parece que no. Está claro que a La Araña se le puede echar muy poco en cara y del francés ya hemos hablado. El noruego tiene un balance de minutos y goles que es la envidia de Europa, pero los números no esconden que no tuviera eficacia en Pamplona o en Vitoria, donde salió como suplente. En el Metropolitano ha mostrado su potencial, pero lejos se le ha echado de menos en algún momento. Finalmente, el argentino puede vivir sus últimos días como jugador del Atlético y lo está haciendo en la temporada más gris desde que viste la rojiblanca. Sus goles ante el Athletic o el Real Madrid de los primeros meses de esta campaña quedan muy lejos y ahora su equipo ha pagado notablemente su expulsión y consecuente sanción sufrida en Getafe. Ver la roja ayudó a que su equipo perdiera un partido clave e insultar al árbitro hizo que Simeone contara con un delantero menos en los siguientes cinco partidos. El técnico se quedó sin su revulsivo cuando los títulos estaban en juego.
Más allá de zonas del campo concretas hay que destacar el hecho de que Simeone no ha encontrado la respuesta que esperaba en muchos de sus jugadores. Si tras el mercado veraniego se hablaba de que el Atlético contaba con una plantilla de garantías, cuando la competición ha ido sumando fechas y las piernas de los jugadores titulares se han ido cargando, no se ha encontrado la ayuda esperada de los menos habituales. Galán no ha sabido adueñarse del lateral izquierdo, Lino no ha sido el jugador desequilibrante que ilusionó en su primer año de rojiblanco, Riquelme apenas se ha dejado ver y tanto Reinildo como Azpilicueta no han conseguido tener más protagonismo. Sin duda, el fútbol ha demostrado que el fondo de armario de los rojiblancos no era tan extenso como se esperaba.
Pero todos los problemas del Atlético podrían haber pasado desapercibidos si no se hubiese visto el bajón competitivo que ha tenido el equipo una vez se ha olvidado de luchar por los títulos. Optar al subcampeonato, tener que cerrar la clasificación para la próxima edición de la Liga de Campeones o luchar por regresar a la Supercopa de España han terminado siendo objetivos menores para una plantilla que ha bajado su nivel y su tensión competitiva. Bajo el paraguas del Metropolitano han seguido dando la talla pero lejos de su afición, sin los focos que les iluminan en las noches históricas, han demostrado ser muy vulnerables. Así se vio en Las Palmas, Vitoria o Pamplona, algo que no se puede permitir un equipo que sueña con robarle otra vez las ligas a Barcelona y Real Madrid y que llegó a ilusionarse con conseguir logros importantes en el ecuador de la temporada.
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