- FOTOGALERÍA Las mejores imágenes de la victoria de Molina y Ferrari en Le Mans
- 24 horas Le Mans 2024 Miguel Molina, el campeón tranquilo
La victoria de Miguel Molina en Le Mans se recordará a finales de año como uno de los grandes triunfos del deporte español (y por supuesto, del automovilismo), pero muchas cosas de las que pasaron en esas 24 Horas mágicas nunca se sabrán.
Algunas otras sí. Una de ellas la reveló el propio protagonista nada más acabar la carrera, cuando explicó que en la misma parrilla de salida, entre VIPS y fotos, los mecánicos de Ferrari trabajaban discretamente en cambiar nada menos que el sensor del acelerador.
Tensión desde antes de arrancar
En un reciente encuentro con MARCA, el protagonista, Miguel Molina, detalló este momento... y algunos más que se produjeron durante la carrera y que no se conocían hasta ahora.
"Son de esas cosas que te demuestran que ese era el día en el que tocaba ganar", relata un Molina aún emocionado y con el trofeo de campeón a su lado, nunca a menos de un metro de su figura. "Cuando llegó Nicklas [Nielsen] a la pre-parrilla vimos que el sensor del acelerador no funcionaba bien y empezaron a cambiarlo. Estuvieron casi una hora trabajando en el coche, mientras toda la gente estaba haciéndose fotos. Nosotros, nuestros mecánicos y los ingenieros estaban pendientes del cambio de sensor... y de que el nuevo funcionara"
Por suerte, el #50 arrancó hacia lo que luego sería un recorrido histórico: "Quizá fue el amuleto de nuestra carrera porque salimos, empezó a funcionar todo bien, Nicklas hizo una salida increíble, se puso primero en la primera vuelta. Teníamos la victoria como objetivo, todas las ganas del mundo y desde ahí todo salió muy natural: todas las decisiones que tomamos y todas las situaciones difíciles las solventamos a la perfección", rememora el de Lloret de Mar.
Ese momento de tensión que salió a la luz tras la carrera y el que todo el mundo vio en directo, cuando la puerta del Ferrari permaneció abierta tras un repostaje, provocando una entrada en boxes fuera de secuencia, elevaron las pulsaciones del equipo italiano. Pero hubo más.
Dos 'momentazos'
A Miguel Molina le tocó 'bailar' con muchas horas de lluvia, varias de ellas de madrugada y tras el Safety Car, y otras en plena competición. Y ni las unas ni las otras fueron sencillas, pese a lo que pudiera parecer.
"En mis relevos hubo dos momentos. Uno en mi segunda vuelta de carrera, cuando toqué el piano de las curvas Porsche, el de fuera, al lado del muro. Ese fue un aviso de '¡despierta!'. Pero lo salvamos". Habría un segundo: "Después cuando llegué a Mulsanne empezó a llover de golpe, perdí un poco el control del coche pero, no sé porqué el coche ralentizó, giré y salí de la curva... esquivando a dos coches por medio al pasarme de frenada. Esos dos momentos quizá no se vieron... pero yo los recuerdo bien".
Lluvia, tráfico... son factores que siempre juegan en Le Mans, que pueden poner en dificultades a un piloto y que el resto de los mortales entendemos como normal. Pero seguramente nos sorprenda más lo que tiene que hacer un piloto durante cuatro horas detrás de un coche de seguridad, tres veces más despacio de lo normal y sin competición propiamente dicha.
Esto fue lo que ocurrió en plena madrugada, cuando muchos aficionados aprovechaban el larguísimo ime del Safety Car para dormir o para guarecerse de la lluvia. El piloto no puede hacer ni una cosa ni otra
El relevo más lento fue el más duro
"Ese relevo fue, quizá, de los más duros que he pasado encima de un coche", confiesa el español. "porque estar tres horas y media a una velocidad constante todo el rato, de tres de la mañana a seis, que es cuando para tu cuerpo, por mucho que intentes entrenarlo, le resulta antinatural permanecer despierto... pues fue muy duro".
Lo curioso fue la forma de lograr vencer todas esas trabas físicas y mentales: "Lo conseguí mediante algún juego y hablando con el ingeniero". Cuando MARCA le pidió que detallara esos juegos, Molina lo explicó así.
"Primero empecé a mirar, entre una vuelta y otra, cuánto tardábamos en completarla. Eran 10 minutos, todas las vueltas fueron de 10 minutos [un ritmo normal de carrera está en el entorno de los 3:35]. Después intenté ahorrar el máximo de energía posible, o sea, estar súper concentrado para minimizar las veces que aceleraba, frenar lo menos posible, los cambios de marcha... Así podía mantener esa tensión, seguir activo y no dormirme".
También hubo alguna idea menos acertada: "Hablaba bastante con el ingeniero. Me dijo en un momento si quería que me pusiera música, pero le contesté que eso sólo me dormiría más. Fueron horas complicadas", reconoce... pero precisamente por eso se entiende mejor el llanto descarnado de Molina cuando completó la hazaña.
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