La constelación acuática española no añadirá el nombre de Hugo González a los cinco medallistas que ha tenido en su historia. El espaldista español concluyó, por tercera vez, una final olímpica, la de los 200 espalda, en sexta posición -como en los 100 de Tokio y París-, un puesto que no responde a las expectativas de un nadador superlativo cuyo palmarés, por algo que ni él mismo se explica, es más exiguo que las posibilidades que se le concede. En los 200 espalda, una final más rápida que la de hace tres años, pero con menos púrpura, sin Ryan Murphy y Thomas Ceccon, eliminados, sin el ruso Evgeni Rylov, el mallorquín intentó algo más, pero las fuerzas se le pararon a falta de 20 metros. De hecho su último parcial (29.75) fue peor que el segundo (28.90).
González de Oliveira, 25 años, aún le queda el tiro de Los Ángeles 28, seguramente, calculó bien. "Si estoy en 1.54, estaré en las medallas". Estar en 54, como dicen ellos comiéndose el minuto por delante, era acercarse al récord de España que hace dos meses fijó en Palma de Mallorca nadando contra el tiempo, sin rivales de su talla. "Ahí no fue un pico, ni tampoco en Doha -oro en los Mundiales-, en realidad no he tenido ninguno esta temporada", lamentó. Estar en 54 le hubiese supuesto, como mínimo, pelear por la medalla de bronce, que cayó en el suizo Mityukov (1:54.85), haberse acercado a Christou (1:54.82), que llegó como el más flojo de los participantes, o haberse asomado, por qué no, al húngaro Kos, oro con 1:54.26, el único que nadó por debajo de la plusmarca española la noche del jueves.
Le había tocado la calle 8. En La Defense de París, que minutos antes había jaleado el segundo oro de la adolescente Summer McIntosh en los 200 mariposa con récord olímpico (2:03.03), la segunda mejor marca de la historia y la primera textil, nadar por fuera no es tan grave. Al fin y al cabo el nadador va mirando al cielo y no le da tiempo a ver lo que viaja alrededor. Es una pelea solitaria del nadador contra el crono y la resistencia del agua.
Hugo salió a ritmazo. En el primer largo (26.99), siempre pegado a la corchera de fuera para no crear rebufo en los demás, pareció que había invertido la táctica habitual, siempre apretando al final. Pero no, Reveló que esa el ritmo que quería imponer desde el comienzo y haber abierto más gas en el último largo, cuando el cuerpo, ya en estado de acidosis, no le respondió. Flirteó durante toda la prueba entre el segundo y el tercer puesto, cuando volteó por última vez, pero el camino hacia las medallas se le hizo eterno.