Jon Rahm volverá a asaltar el domingo uno de los reductos aún inexpugnables para el deporte español, el PGAChampionship, el grande con menos púrpura de los cuatro, aunque el que más jugadores de talento acumula. El golfista de Barrika, con una tarjeta de 67 golpes, se metió en la pelea de Quail Hollow, a las afueras de Charlotte, en la costa Este. Es quinto, a cinco golpes del líder, Scottie Scheffler (65), el jugador de la década y que el sábado.remató una vuelta en cinco bajo par en los últimos 5 hoyos.
El sábado, el día del movimiento, la situación se extremó. El viento notable siempre y con rachas a veces de 40 km/h secó los greenes, que se endurecieron. No había quién frenase la pelotita en unas áreas cada vez más calvas. Por eso, la organización fue magnánima y dejó dos pares 4 que eran un chollo porque los jugadores podían alcanzarlo de un golpe: el 8, de 287 metros, y el 14, de 278, propicio éste incluso para el albatros, suerte que sólo se ha visto tres veces en el PGAChampionship en su historia. La última hace 19 años.
La pizarra se lleno de bogeys. Jhonatan Vegas, el venezolano, hizo dos de salida —luego se calmó y recuperó— y cedió el liderato al coreano Si Woo Kim. Aunque las verdaderas amenazas eran Scheffler y DeChambeau. El número 1 del mundo cazó a Kim antes de que sonasen las cuatro en la casa club. (Resultados)
Rahm desplegó un juego sin fisuras. Se peleó con un campo exigente, que abre oportunidades a los riesgos, pero que castiga también sin piedad. Dos deficientes, aunque no muy malos, approachs le costaron dos bogeys porque se dejó putts lejanos. Aún le caería otro en el 17. Pero a cambio se vio al jugador de pegada poderosa cogiendo calles y precisión con los hierros que un tiempo tuvo el cetro que ahora le corresponde a Scheffler.
Que liderase la estadística de tee a green, cuando en las dos vueltas anteriores se había movido en el puesto 50, se tradujo en el tanteo.
Logró siete birdies, el primero desde fuera, desde un rough profundo en el hoyo 1; el resto sin grandes agobios ni putts que desafiaran las estadísticas salvo el del 15, desde cuatro metros. Todo su juego tuvo coherencia, salvo la escapa del hoyo 11 en el que golpeó a un espectador con la fortuna de que la bola cambió la trayectoria y se marchó al otro lado del green, antes de uno de esos dos errores mencionados.
Después de uno de esos hierros fabulosos, en el 16, el inicio de la milla verde, el tramo diabólico en el final más complicado de cuantos se visitan en el PGATour, el español alcanzó el liderato de un grande por primera vez desde que firmó por el LIVGolf. Fue provisional, pero una clara demostración de sus intenciones y del nivel que está alcanzando. El que forjó su leyenda y dos grandes.
Scheffler, mientras, creció allí donde otros se arrugaron. Bryson DeChambeau parecía que tocaría el primero la pared, pero al llegar a la milla verde, cometió un bogey en el 16 y la mandó al lago en el par 3 del hoyo 17. Cayó a plomo hasta cinco bajo par, a seis del líder.
En cambio, Scheffler, estilo característico, concentración máxima y respuesta inmediata a los pocos errores que tuvo se disparó. Cada hierro que juega tiene un imán con la bandera. Tiene la precisión de un GPS. Sacó brillo a su tarjeta después de bordear el albatros en el hoyo 14 con un eagle. Aprovechó el 15 (par 5) para otro birdie, se le fue el 16, pero no el 17 donde el putt entró por todo el centro, como pasó en el 18. Medio Wanamaker Trophy lo tiene agarrado con una mano. Camino de su tercer grande, el primero fuera del Augusta National
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