En uno de esos momentos donde la madurez de 45 años abre fronteras insospechadas, Sergio García gobierna el LIVGolf. Lo hace desde la pausa, la mesura, cualidades que llegaron, seguramente, tarde a su vida, pero que han cimentado un deportista sin horizontes.
Después de ganar la tercera etapa del LIVGolf, en Hong Kong, el golfista de Borriol, líder de la clasificación general del circuito que impulsa Arabia Saudí y que este año tiene como premios una clasificación directa para el USOpen, por ejemplo, si aguanta hasta el 19 de mayo, es otro jugador distinto. “Estoy muy bien”, reconoce.
Sin duda, es una virtud producto de una manera de afrontar la vida de otra forma, con más pausa gracias a que el LIV sólo tiene 14 etapas y tres días de competición, aunque también hay un componente técnico que le ha ayudado. Sin complejos de tee a green desde casi su primera etapa, Sergio ha sufrido en los greenes, el lugar donde se construye la gloria y en el que era un buen pateador en su etapa amateur.
En Hong Kong demostró un cambio gracias a algo insospechado. Después de haber probado una ristra de putters acudió a un viejo conocido que lo tenía en casa: “Yo llevaba el Never Compromise —un putter que saltó a la fama en los 90— que tiene como alitas hacia atrás. Me gustaba. Siempre me han gustado los blades (putters más tradicionales y que requieren más precisión), pero tenía la cara demasiado grande y no los veía compactos. Curiosamente tenía unos putts en casa de seis o siete años, conla cabeza más pequeñita y se lo lleve al chico que me prepara los putts. Modificó la varilla, los pesos y me lo arregló un par de días entre Australia y Hong Kong y me gustó mucho”, reconoce García.
“Lo probé en las rondas y me gustó. Me encontré muy cómodo y la idea es seguir igual y que me siga ayudando. Lo importante es la sensación que tengo con él, no cuántos putts meta”, aclara Sergio, que ganó en Singapur en 2018.
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