"Ese gol es muy de Raúl”, se dijo en la redacción después del 2-2 de Jude. Y es verdad. Bellingham mete muchos goles de Raúl. De ser el único que cree que el balón va a caer donde al final cae y de ir como un auténtico loco a ese punto del área con la total confianza de que va a marcar. En la imagen de ese gol de ayer del inglés hay cinco jugadores mirando y un tipo que se lanza con todo al suelo a rematar. Porque lo había visto en su cabeza antes que todos los demás. Antes de que pasara.
Veo mucho de Raúl en Bellingham. Del Raúl joven. Ese temperamento que tiene, el trash talking con los rivales... y sobre todo la actitud de echarse a la espalda al equipo cuando los demás bajan los brazos o buscan con la mirada a alguien que salve la noche. El tipo acabó el partido sacando balones en su área, bajando a defender, tirándose al suelo y manchándose la camiseta. Celebra como el que más los goles de los compañeros, sabe calentar a la afición y entiende perfectamente los ritmos del partido. Es un espectáculo.
Este Real Madrid es el Real Madrid de Kylian Mbappé y si algún jugador del equipo blanco acaba ganando el Balón de Oro parece claro que será el francés. Pero Bellingham es mucho más que el colaborador necesario para que sus compañeros luzcan. Es lo que al Bernabéu le ha gustado toda la vida y entronca directamente con Raúl, con su manera de entender el fútbol y la competición.
Vale que su gran comparación por posición, por movimientos, por imitación y hasta por el dorsal elegido será Zidane, pero lo que le corre por dentro es lo mismo que llevaba el 7. El mismo nervio, la misma rabia, la misma predestinación. El 2-2 es puro raulismo.
Por edad y por tiempo en el equipo le falta mucho para llevar el brazalete de capitán, pero lo lleva en la sangre. A los jugadores como Jude, el madridismo los acuna y los hace suyos enseguida. Parece que no va a poder coincidir en el campo con Raúl en el banquillo, pero hubiera sido una gozada ver esa pareja.
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