Correa recibió de Julián porque tenía que recibir de Julián, protagonista indiscutible en el cierre de curso del Metropolitano. El resto fue cosa de Angelito, deshacerse de Adrián en carrera y certificar el que apunta por todo lo visto después a último gol con la rojiblanca, el que en todo caso fue último gol del ejercicio en un estadio que se vino abajo para homenajear por si acaso al 10. Fue por lo demás un partido de lo más accidentado, que sirve para confirmar al Atlético en el podio liguero... y al Betis pendiente de su final. No es poco, en ambos casos.
Parecía que el marcador iba a ser la mejor noticia que dejara la primera parte en clave verdiblanca, apenas desventaja mínima cuando ya podía llevar un saco, pero hete aquí que un saque de esquina local derivó en segunda jugada para que Lino la pusiera y Le Normand la estampara. Tiene cierta lógica que el primer gol del francés con la rojiblanca se certificara con esa cabeza que, desgraciadamente para él, ha marcado al fin y al cabo su curso en el Atlético.
Primero, una atención médica en la grada que obligó a detener el partido. Después, tremendo susto de Natan con esa finalísima de la Conferentece ahí al lado. Por fin, la mítica pausa de hidratación, tantos meses olvidada. Si se trataba de cuadrarlo con el resto de la jornada, el encuentro del Metropolitano había salido caprichoso. Pero antes, durante y después, el partido fue lo que iba pasando mientras Sorloth fallaba ocasiones. El noruego marró tantos goles en el primer acto ante el Betis como los que firmó en el primer acto ante la Real: cuatro. Seguramente su entrenador agradecería algo de equilibrio en ese sentido.
Topó dos veces con Adrián, una de ellas teniendo todo el tiempo del mundo para pensar. Topó una vez con su propia impericia al pegarla de zurda en el mano a mano. Topó por fin con el fuera de juego para una vez que había embocado. Tenía el 9 uno de esos días. Otro de esos días, para ser más exactos. También Julián se estrelló con el poste, las cosas como son, pero en su caso pueden aplicarse sendos atenuantes: el primero, que se había guisado y comido una jugada excelente solo contra el mundo; el segundo, que un buen rato antes ya había firmado una diana de bandera.
Cometió Altimira una falta sobre De Paul que parecía lejana para pegarla... pero ya se encargaba la Araña de tejer una red desde el punto de lanzamiento hasta la escuadra. Lo que depare el futuro rojiblanco tendrá que depararlo con el delantero argentino, como lo ha deparado tantos años con Ángel, no vaya a ser que en lo que llega lo bueno se sigue prescindiendo de lo mejor. ¿Y el Betis? Pues por ahí andaba, más pendiente de la cita en Breslavia que de otra cosa. Pellegrini había rotado demasiado, o eso parecía, por más que la plantilla verdiblanca sea de las más profundas de la categoría.
De hecho en el tramo final de ese primer acto se había ganado las habichuelas Oblak, sucesivamente ante Bakambu, Lo Celso y Perraud, ninguna espectacular pero todas inquietantes. Todo eso fue justo antes del gol de Le Normand, pero resulta que al descanso el Villarreal perdía en Barcelona, lo que abría una puerta momentánea hacia la Champions heliopolitana. Así que don Manuel se tiró con todo: Isco, Antony y Cucho, al pasto. El segundo de ellos avisó enseguida. Pero ese tramo decisivo iba a sufrir una interrupción mucho más larga que las anteriores, otra vez por un hincha atendido, de la que salió un auténtico correcalles en el que primero atinó Fornals, pero después lo hicieron Julián (con la participación de Grizi, primero tirando una pared, después asistiendo), y, sobre todo, Correa. La grada llora por un tipo que se hizo querer...
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