En la cima de Champoluc, tras cinco puertos de montaña y cerca de 5.000 metros de desnivel, Nicolas Prodhomme no solo cruzó la meta como vencedor de la 19ª etapa del Giro de Italia 2025. También cerró un ciclo de superación personal que arranca muy lejos de los focos del ciclismo profesional. “A los 18 años todavía era electricista”, confesó emocionado en una entrevista con L'Équipe tras su victoria, la más importante de su carrera y la primera para un francés en esta edición de la corsa rosa.
El ciclista normando, de 28 años y miembro del equipo Decathlon AG2R La Mondiale, conquistó una jornada durísima en los Alpes italianos tras atacar prácticamente desde el kilómetro 0. Con un pedaleo constante y decidido, se fue deshaciendo de sus rivales hasta cruzar en solitario la línea de meta. Lo hizo entre lágrimas. De alegría, sí, pero también de alivio. “Es increíble, todavía no me doy cuenta del todo. Estoy muy orgulloso. Es una recompensa no solo al equipo, sino a toda mi trayectoria”.
Una trayectoria que, como él mismo recuerda, no ha sido la más convencional. “Cuando tenía 18 años, ni siquiera sabía si tenía potenciómetro. Estaba lejos de ser ciclista profesional”, cuenta Prodhomme. En aquella época trabajaba como aprendiz de electricista, con jornadas de al menos 35 horas semanales y un salario que apenas superaba los 600 euros. Compaginaba el deporte con un BTS de electrónica aplicada a la industria y mantenimiento de líneas de producción. “Es bueno saber qué te depara el futuro cuando no tienes bicicleta. Creo que soy de los pocos en el pelotón que lo ha vivido así”, reflexiona.
Su llegada al alto nivel fue progresiva. Pasó por tres equipos amateurs —Auber 93, AG2R La Mondiale y Cofidis— antes de entrar en Chambéry Cyclisme Formation en 2018. Allí se dio cuenta de que, pese a llegar más tarde que otros, tenía margen de mejora. “Todavía me siento joven en esta profesión, muy fresco. Creo que estoy en plena fase ascendente”.
Prodhomme reconoce que su reciente victoria en el Tour de los Alpes ya le había dado un impulso anímico, pero fue en el Giro donde quiso demostrar su madurez. “Las oportunidades eran pocas y necesitaba audacia. En las dos últimas escapadas había sido quinto, así que hoy me lancé y lo logré. ¡Es una locura!”.
Mirando al futuro
Hasta este Giro, su papel en el equipo había sido el de escudero. “Yo era un gregario, y no me molestaba. Pero desde que gané en abril, los compañeros me escuchan más. Se motivan para ayudarme. Esa es la diferencia”. Aunque nunca se quejó de su rol, valora ahora que su historia inspire. “Creo que haber trabajado antes me da una madurez distinta. Me mantiene con los pies en la tierra. Y me recuerda cada día lo afortunado que soy de vivir de mi pasión”.
Desde el puente de Champoluc, donde se refugió tras la etapa, Prodhomme miraba al sol y al agua ligera que baja por el valle. La emoción seguía brotando. Como su carrera, como su historia. De las manos manchadas de grasa a los brazos alzados en el Giro. Del anonimato a la gloria.
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