- Parte médico Una vértebra rota y sigue en el hospital
Landismo o Barbarie reza el lema de los miles de fans que tiene Mikel Landa repartidos por el mundo. Nadie como el vasco para generar ilusiones. El del Soudal llegaba a la que puede ser su última Corsa Rosa con la ilusión de un juvenil. Como aquel Landa que en 2015 enamoró a todos poniendo contra las cuerdas a todo un Alberto Contador. Parecía el inicio de un historia de película. Pasaron los años, una década, y Landa no pudo ser el devorador de grandes que muchos esperaban.
Pero sí se convirtió en uno de los mejores ciclistas del planeta. Alguien que consiguió puestos de mérito en grandes citas, incluidos dos podios en el Giro, victorias en Italia, en LaVuelta etc. Llegó renovado a Albania como gran líder de un fuerte Soudal, donde ha caído de pie tras toda una vida saltando de equipazo en equipazo. Su delgadez impresionó en la presentación.
Había mimado todos los detalles. El cajón de Roma parecía factible. Aunque él, como reconocía a este medio en la previa, quería “ganar una etapa porque hace mucho tiempo que no levanto los brazos”. El corredor que seduce a miles de fans, que tiene un movimiento único por el que se han escrito libros, trastocó los planes de todos con un caída (de duras consecuencias) a falta de 5 kilómetros en la primera etapa celebrada en Albania.
Landani, como le gusta que le llamen los fans “aunque yo no vuele en las subidas como hacía Pantani”, es de los pocos corredores que se ha ‘quejado’ abiertamente de estos giros modernos que da el ciclismo con salidas exóticas y cambios que le separan de su esencia. Cuando toda la suerte estaba echada, cuando los Pedersen, Van Aert y compañía se iban a jugar el triunfo, Mikel, como en 2021, se comió un bordillo y se fue al suelo. Lloró de rabia y de dolor. A los pocos minutos, una ambulancia le socorría camino del hospital. Adiós a su gran sueño. A las primeras de cambio. Tocó barbarie.
Pedersen, el triunfador
Durante la primera etapa, nerviosa y eléctrica, ocurrieron muchas más cosas. La primera de ellas también fue negativa. Juan Ayuso, favorito junto a Roglic por el rosa, no tuvo buenas sensaciones. Tuvo un problema en los primeros compases de la jornada que provocaron que tuviera que echar el pie a tierra. Y después, en el tramo clave, se le vio algo descolocado. Corrió el peligro de descolgarse. Por fortuna para él, eso no ocurrió. La carrera ya estaba descontrolada. Camino del centro de Tirana, los Koij, Groves, Magnier, Bennet y compañía empezaron a caer.
El ritmo del Lidl-Trek, en parte impulsado por Verona y Ciccone, hizo mucho daño y ponía en bandeja el triunfo al gran candidato para el éxito de ayer: Mads Perdersen. El danés, que poco a poco va confirmando su condición de estrellaza mundial, no falló y se llevó el primer triunfo y la primera maglia. Por cosas como esta muchos piden que entre en la mesa del Big 6. De los hombres importantes, Gee, Bilbao y Arensman se dejaron más de un minuto el día que el ciclismo español lloró por Landa, uno de los ídolos nacionales que ha vivido en el Giro sus momentos más gloriosos y dramáticos. Como el de ayer en Albania.
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