La magia del Angliru, ese coloso asturiano que ha marcado la historia reciente de LaVuelta, descendió ayer hasta el corazón de Madrid. Dentro de las actividades de La Noche del Deporte, organizada en la capital, uno de los grandes focos de atención se situó en la zona de Movistar instalada en la Plaza de España. Allí, cientos de curiosos y aficionados se animaron a probar las sensaciones de pedalear —aunque fuera de forma virtual— por uno de los tramos más temidos del ciclismo profesional: la Cueña les Cabres, con su temible 23,5% de pendiente.
Gracias a la última tecnología en simuladores, desde las 20.00 horas los asistentes pudieron experimentar en sus propias piernas lo que supone afrontar 200 metros de esa icónica subida, donde tantos corredores se han retorcido de cuneta a cuneta, jadeando en busca de la gloria. Aquellos que lo intentaron se enfrentaron a uno de los retos más exigentes del deporte de las dos ruedas, recreado con total realismo en pleno centro urbano, a 637 metros de altitud y muy lejos de los 1.570 con los que culmina la ascensión original.
Cientos de personas probaron fortuna. El ganador real (May) lo completó en 28 segundos. Un récord puesto que la media entre los adultos era de 1,5 o 2 minutos y entre 2 y 4 entre los niños. Esa cifra se estableció pronto y los Indurains que probaron fortuna después no lograron superarlo. La tecnología pudo reproducir a las mil maravillas un subida icónica del ciclismo español y mundial.
El tramo real, de poco más de un kilómetro, es hoy uno de los santuarios del cicloturismo. Superarlo se ha convertido en una especie de rito iniciático para muchos aficionados, que viajan hasta Riosa, en el corazón de la Sierra del Aramo, para medirse a esa carretera asfaltada hace no tanto tiempo. Precisamente su origen ganadero, como camino para los mineros del Pozo Monsacro o para el pastoreo, fue lo que lo mantuvo oculto hasta que, en 1996, alguien se fijó en él para el ciclismo profesional. Ese alguien fue Miguel Prieto, entonces director de comunicación del equipo ONCE, quien exploró la zona y decidió escribir una carta a Unipublic —organizadora de LaVuelta— recomendando su inclusión.
El debut del Angliru en carrera no pudo ser más legendario. Fue en 1999 y tuvo todos los ingredientes de una jornada épica: lluvia, niebla, rampas imposibles y una victoria inolvidable de José María Jiménez, el Chava, uno de los corredores más carismáticos del ciclismo español. Aquella etapa dejó imágenes difusas por el agua sobre las lentes de las cámaras, tiempos erróneos en los gráficos de TVE y un desenlace digno de película: el Chava, del equipo Banesto, cazando en los últimos 400 metros a Pavel Tonkov y levantando los brazos en medio del caos.
Durante el evento en la capital española se rindió homenaje a ese legado. Además del reto físico, los participantes pudieron revivir los momentos más gloriosos de esta subida gracias a pantallas con imágenes históricas, sorteos de material ciclista y muchas actividades paralelas.
La noche combinó la pasión por el ciclismo con la emoción del recuerdo, en un entorno urbano que se transformó en alta montaña por unas horas.
Madrid vivió así un Angliru distinto, adaptado, pero igual de emocionante. Y muy realista. La tecnología, una vez más, acercó el deporte a todos. Y el Angliru, desde Riosa, se dejó caer hasta el asfalto madrileño para seguir inspirando nuevas gestas. Gracias al apoyo de Movistar, el centro de Madrid se volcó para vibrar a pedales en una actividad que triunfó entre los fans, jóvenes y no tan jóvenes. Conocieran o no al Chava, pedalearon tan fuerte como él.
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