La guerra de Ucrania parece haber entrado en una nueva fase desde que su presidente Zelenski atacó territorio ruso con misiles y la respuesta de Vladimir Putin fue señalar a su arsenal nuclear. La sombra de una Tercera Guerra Mundial sigue estando sobre la mesa, aunque la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, y su intención de negociar la paz entre Ucrania y Rusia haya provocado que las tensiones no continúen su escalada. Lo que ha quedado latente es el potencial ruso en cuanto a sus ejercito y el armamento nuclear con el que cuenta.
¿Qué es el sistema de la mano muerta?
Se podría definir como el botón de pánico definitivo. Este sistema ruso, conocido oficialmente como Perimeter, es un mecanismo semiautomatizado que promete una represalia nuclear apocalíptica incluso si todos los líderes del Kremlin han sido eliminados. Diseñada para activarse si detecta explosiones nucleares en territorio ruso y no recibe señales de vida del alto mando, lanza un misil de comando. Pero este misil no lleva bombas; lleva órdenes. Desde el aire, coordina un ataque masivo activando todos los misiles nucleares que Rusia aún tenga operativos. Es el último grito de un país herido, asegurando que si cae, se lleva a todos consigo.
Según el portal especializado Nuclear Threat Initiative, Rusia dispone de 1.822 ojivas desplegadas, listas para lanzarse. El arsenal, contando el armamento nuclear almacenado, alcanza los 5.580. Estados Unidos, según la misma fuente, presenta unas cifras similares: 1.679 ojivas desplegadas y 5.328 como arsenal total. China (500), Francia (290) o Reino Unido (225) están lejos de los números de los dos gigantes nucleares.
Pero no es solo una máquina de destrucción; es también una herramienta de poder. Perimeter no solo busca garantizar represalias, sino que sirve como una amenaza psicológica, una carta que Rusia juega para disuadir a sus enemigos de cualquier movimiento precipitado
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