- Radio. "Los poderosos tienen el poder y lo controlan todo, es lo que hay"
- TERTULIA. "Maffeo se ha comportado como un macarra y un mamarracho"
Le dicen Clásico por motivos obvios. Y más que se lo dirán a partir de ahora en esta tierra de petróleo, gas natural y arena del desierto. Tercera final consecutiva más algún cruce de caminos en las semifinales para Real Madrid y Barcelona. Casi todos contentos con esta reiteración.
Cuando Arabia puso el taco encima de la mesa mejorando algunos detalles sin importancia que dirían Rubiales y Piqué respecto al ofrecimiento de la vecina Qatar ya esperaban esto. Que los dos colosos del fútbol mundial se encontrasen frente a frente a mayor gloria de un país que pretende abrirse al exterior y que utiliza desde hace unos cuantos años ingentes cantidades de dinero invertido estratégicamente en deporte y deportistas para blanquear costumbres y tradiciones más propias de otros siglos.
Lo de la final a cuatro se vende estupendamente, pero en el fondo no era más que la coartada perfecta para minimizar riesgos de que bien Madrid, bien Barcelona se quedasen sin viajar hasta Riad o Jeddah y devaluar un torneo al que nunca se le prestó ninguna importancia y que ahora se prioriza porque no es lo mismo perder en agosto con la gente en la playa que hacerlo en enero con toda una segunda mitad de temporada por delante.
Supongo, a tenor de las críticas, que la audiencia televisiva va a ser entre poca y ninguna porque todo el mundo está muy cansado de ver siempre la misma final. Me recuerda al momento documental de leones y ñus en La 2 porque nadie reconoce perder un segundo de su tiempo con el extinguido Sálvame, de naranja o de limón.
El caso es que después del 0-4 en el Bernabéu para el Barça y el posterior +14 del Madrid llega el momento de desempatar y dejar huella en el eterno rival. Todo ello con permiso de un Atleti que trabaja en silencio pensando que antes de que arranque esa final de Supercopa puede volver a ser líder de nuestra liga.
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