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Halterofilia

El camino de Marcos Ruiz al oro mundial: "Llevo la halterofilia en la sangre"

El primer campeón del mundo masculino español repasa su trayectoria desde que su amigo Edgar le llevó al gimnasio con 13 años hasta el calvario de la lesión y operación en la rodilla

Marcos Ruiz, en el Mundial de Bahréin.
Marcos Ruiz, en el Mundial de Bahréin.DBM/Deepbluemedia
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Marcos Ruiz no tocará una barra hasta que pasen los Reyes Magos. Serán una Navidades para estar con la familia en Molins del Rei (Barcelona) y disfrutar de la sopa de su tío Jose Manuel. “Es la mejor del mundo”, afirma el halterófilo, primer deportista masculino español en ser oro en un Mundial.

La plata cosechada en arrancada en 2022 en Bogotá (Colombia) mutó hace una semanas en oro en Manama (Bahréin). Levantó 183 kg. Sumó 212 en dos tiempos (fue cuarto) para un total de 395 (bronce). Las tres son sus mejores marcas personales y nuevos récords nacionales. Ruiz, de 28 años, no se da importancia. Al otro lado del teléfono asoma la voz de un deportista alejado de cualquier postureo. “No soy de valorar mis triunfos, para eso soy malo. Lo hacen más mis amigos. Aunque cuando vi la repercusión, le dije a mi entrenador: ‘Pues a lo mejor sí que la hemos liado un poco”, afirma mientra se cuela el sonido de una media sonrisa.

Entre sorbo y sorbo a un café, incide en que no se esperaba este resultado. “Me sorprendió, no era consciente, no sabía muy bien a lo que iba”, reconoce Ruiz que se queda con haber mejorado sus marcas más que con el puesto. “En una competición internacional es la mejor arrancada que he hecho en vida”, sentencia.

Los 395 kilos le hubieran dado para ser quinto en los Juegos de París. “¿De verdad? Ni lo había mirado. Mucho más no habría levantado, pero es cierto que estás en la pomada, en esos puestos que antes veía muy lejanos y ahora, si se junta el día y la hora, puedo estar ahí”, reconoce, de nuevo, sin darse mayor importancia.

Quien se lo iba a decir a aquel niño que en su primer campeonato de España, en sub 15 en 2009, acabó noveno y último en 56 kilos. “Yo me consideraba malillo hasta que cumplí los 19, y eso me ha venido bien para aguantar y ser más longevo en mi carrera”, confiesa.

Yo me consideraba malillo hasta que cumplí los 19, y eso me ha venido bien para aguantar

Marcos Ruiz

La conversación descubre a un Ruiz con los pies en el suelo. Humilde y realista. “Cuando oigo a alguien decir que tendríamos que cobrar lo mismo que los futbolistas pienso que no tiene ni idea. Si yo no genero ni mucho menos lo que ellos... Bastante tengo con poder dedicarme a la halterofilia”, sentencia.

Su carácter cincela su trayectoria: “Siempre me ha venido bien ser un poco obtuso en cuanto a emociones. Nunca me he calentado mucho la cabeza con nada en esta vida, ni lo bueno ni lo malo lo vivo a muerte”. Una forma de ser que le impidió hundirse en el peor momento de su carrera: el controvertido positivo por testosterona de finales de 2017 en una concentración en Las Vegas, previa al Mundial de Anaheim (Estados Unidos).

Apartado de la selección, se quedó sin Juegos Mediterráneos. Le sacaron de la residencia Blume. Unos meses después, quedó exonerado al perderse la muestra B del laboratorio de Salt Lake City. “Aunque sabía que era inocente, porque no había tomado nada, me veía fuera de este mundo”, decía entonces tras haber sido subcampeón del Mundo júnior y de Europa sub 23.

Seis años de calvario por la lesión en la rodilla

Tras los Juegos de Tokio (fue octavo en -109 kgs), cambió de a los -102 kgs, nueva categoría del programa olímpico. Y entonces, llegó el peor momento. Su maltrecha rodilla dijo basta. Arrastraba problemas desde 2017. En aquel Mundial de Anheim fue incapaz de sacar la barra del suelo en el último intento. “Me acojoné”, reconoce. Palió los dolores con diversos tratamientos. Apretó en Europeos (plata y dos bronces en el de 2022) y Mundiales, pero limitaba sus capacidades. “El resto del año iba medio cojo”, confiesa.

En Bogotá, a pesar de la plata, levantó menos que en los entrenamientos previos. El dolor en la rodilla se intensificó. Al volver a España descartó una resonancia. Tiró de descanso y rehabilitación. Mejoró, pero las molestias regresaban ante cualquier esfuerzo.

Hice virguerías para entrenar: cremas calentadoras, antiinflamatorios... me desmotivaba todo lo que tenía que hacer sólo para agacharme

Marcos Ruiz

Tras Tokio había dejado la Blume y regresó al Club Halterofilia Molins de Rei donde había empezado de niño. En 2023, su amigo y compañero de selección David Sánchez le animó a irse al CAR de León. Se puso a las órdenes de Javier Flores. “Hice virguerías para entrenar: cremas calentadoras, antiinflamatorios. Me desmotivaba todo lo que tenía que hacer sólo para agacharme”, afirma.

Finalmente tomó la decisión de acudir al doctor Leyes. La resonancia descubrió una rotura del 70% del tendón del cruádriceps. El 24 de julio de 2023 pasó por el quirófano. Por fuera, una cicatriz recuerda los cerca de 25 puntos de sutura. Por dentro, un injerto de tendón de Aquiles de un donante y otra veintena larga de puntos.

La cicatriz, en la rodilla de Marcos Ruiz.
La cicatriz, en la rodilla de Marcos Ruiz.

El sueño de París 2024 era una utopía, pero lo intentó. En octubre ya tocó barra. “Más de lo que debería”, reconoce. En una concentración en Roma se dio cuenta de que debía parar. “No podía levantar. No soy de llorar, pero ese día lo hice en el gimnasio por la impotencia de ver que la rodilla no tiraba”, rememora. Dijo adiós a los Juegos, pero ganó tranquilidad para retomar la rehabilitación. En octubre de este año fue la primera vez que “tiró a muerte”, prólogo de su actuación en el Mundial.

“Hubo momentos en los que pensé que nunca más podría competir y tendría que dejar la halterofilia”, reconoce un Ruiz que lleva este deporte en la sangre. “Es mi vida. Por desgracia se me da bien levantar, tengo buen ojo como entrenador... Ya me podía haber pasado con el tenis o con algo que diera dinero”, comenta Ruiz.

Por desgracia se me da bien levantar, ya me podía haber pasado con el tenis o con algo que diera dinero

Marcos Ruiz

Marcos, con 13 años, jugaba al fútbol sala y su amigo Edgar le convenció de que probara las pesas. “Me engañó, ya me podía haber dicho de ir a la biblioteca a estudiar una Ingeniería”. De nuevo sale su versión más jocosa. La halterofilia le entró en vena. Cuando no entrenaba veía vídeos de levantamientos en YouTube. “Mis padres se preocuparon. No pensaba en otra cosa cuando estaba en 2ª de la ESO. Y mira que me gustaba el fútbol sala, pero de repente no sé que me pasó”, reconoce. Quizá influyó que por su edad ya podía mover algunos kilos, un poco de carga, y no sólo practicar la técnica.

Pone en valor a cada uno de sus entrenadores, pero ahora elogia al actual, Javier Flores. “No me dejó rendirme después de la operación, tiene la culpa de lo que me ha pasado este último año y medio”. Espera convencer a David Sánchez —plata y bronce enEuropeos— para que siga. “Más le vale. Tiene 30 años que son los nuevos 25. Además, es bueno, le gusta... Él y yo no sabemos hacer otra cosa, somos muy borricos con esto”.

Marcos Ruiz con su entrenador Javier Flores.
Marcos Ruiz con su entrenador Javier Flores.

Marcos Ruiz mira al Mundial de Noruega (octubre de 2025). El Europeo no lo tiene todavía decidido, más cuando desde el 1 de junio entran en vigor las nuevas categorías. Desaparecerá la de 102 kilos. Ruiz bajará a los 98, mientras huye de ser tomado como el nuevo referente de la halterofilia tras Lydia Valentín: “Te pueden poner esa presión. Yo compito bien, hago lo que me gusta, mi trabajo, pero no valgo para ser estandarte”. Palabra de un campeón del mundo. 

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