Ai Tsunoda alimentó la lista de judokas españoles que en este siglo se han quedado a las puertas de una medalla. La joven de Lleida, de 22 años, cedió en el combate por el bronce ante la austriaca Michela Polleres, plata en los Juegos Olímpicos de Tokio. Fue un día donde los errores pesaron más que el ímpetu de una deportista con un futuro formidable, campeona del mundo cadete y otras dos veces en el campo junior.
Por la mañana, la falta de inactividad, el temor a perder, había lastrado su combate con la croata Barbara Matic, doble campeona del mundo; por la tarde ocurrió todo lo contrario el verse ganadora arruinó su objetivo. Lo vio tan cerca que no fue real.
"He estado un poco vergonzosa. Los tres shidos (por falta de combatividad) que recibí, me los he merecido", dijo sin complejos la corpulenta judoka de la categoría de 70 kg antes de irse a descansar un rato. Tsunoda suele refugiarse en sí misma en las derrotas. Algo debió ver al final de su meditación para cambiar de actitud en la sesión vespertina del Champ de Mars. Salió endemoniada en la sesión que abría ella en el primer combate de repesca ante la japonesa Saki NIizoe, a la que le cayeron los tres shidos en un intercambio de papeles.
Su rival por el bronce era dura. Ha pisado el podio mundial dos veces, bronce, y aunque una lesión en la rodilla el año pasado frenó su progresión ponía la experiencia que a la española le faltaba. Tsunoda fue anunciada en primer lugar. Salió con pase firme con su madre Cecile Roustant, su preparadora detras. Iba a ser un combate a la antigua usanza, cuatro minutos de técnica.
La joven española llevaba la iniciativa, pero cometió un error infantil. Creyó tener a su adversaria derrotada con la espalda cercana al suelo y se lanzó como un lobo a por ella. Pero Polleres se giró a tiempo y mandó a Tsunoda a la lona. Un Ippon en toda regla y otro combate de repesca que el judo español tendrá que lamentar.