Otra vez una tanda de penaltis. La sexta para Unai Simón, que se convierte en el portero español con más tandas disputadas, igualando a Buffon. Esta vez, la moneda cayó del lado de la derrota. El error de Morata en el cuarto lanzamiento entregó la cuarta Liga de las Naciones a Portugal, la primera selección en conquistar dos veces esta competición. España estuvo por delante en dos ocasiones, pero la derrota llegó como llegó el triunfo hace dos años en Rotterdam. La diferencia es que entonces España era un equipo lleno de dudas. Hoy, a pesar de la derrota, es un equipo repleto de argumentos para creer en él. Quien quiera bajarse del barco, que lo haga. Pero no parece una buena idea. Y los que menosprecian la Nations League que vean cómo la celebra Portugal.
Marcando terreno
España entró al partido con ganas de batalla. Como hacen los equipos para los que competir es la primera premisa, marcó terreno desde el inicio. Primero Le Normand con Cristiano; después, Cucurella con Conceição. Dos entradas para imponer límites, para que Portugal supiera que el sello de tratar bien la pelota y jugar con calidad no está reñido con la pierna dura. Cosas de equipos curtidos.
Oyarzabal, nacido para las finales
"Me ha tocado vivir esos momentos", contestaba Oyarzabal a MARCA en la previa del partido, refiriéndose a su excelente relación con las redes en las finales. En Múnich, como en Milán y Berlín, no faltó a su cita. Tres finales con España y un gol en cada una de ellas de Mikel. Además, es el máximo goleador en la historia de España en partidos de eliminatorias. Son datos que hablan de un jugador para quien la palabra equipo es mayúscula. Es uno de los pretorianos de De la Fuente. Y en esta España de 2025, es el delantero centro indiscutible. Por sus goles, siendo el máximo goleador de la era De la Fuente (10); por cómo juega (la descarga en el 0-1 a Zubimendi es de alta escuela) y por el alma que pone en cada balón al que va a presionar
Alta actividad para el VAR
Es la ley del fútbol moderno. Todo lo decisivo pasa por la tortura de los minutos en los que el videomarcador anuncia que la jugada está bajo revisión. Los goles se convierten en una agonía, un suspense al que hemos tenido que acostumbrarnos. Es lo que hay. El suizo Fédérick San, encargado del VAR en la final, tuvo una noche ajetreada. Tanto manda la pantalla que los asistentes ven fueras de juego catedralicios pero no se fían de sus ojos.
¿Hasta cuándo puede meter goles Cristiano?
Ya no es el delantero bestial que sembraba el pánico en las defensas rivales con sus arrancadas, sus saltos, sus estampidas, sus latigazos... Eso queda lejos, porque le falta ese punto de chispa que antes le sobraba. Pero el gol, ¡ay, el gol! Es su marca, su propiedad. Si, como hizo España en el 2-2, le regalas una ventaja en el área, por pequeña que sea —y esta vez fue enorme—, date por liquidado. Era así y es así. Y lo será hasta el día en que Cristiano se levante y diga: “Hasta aquí hemos llegado”. De la final se fue lesionado. Y con el estadio puesto en pie. Una ovación digna de la leyenda que es.
Isco, seis años después
Estaba el partido con 2-2, con las pulsaciones disparadas y España buscando cómo encontrar rendijas en el entramado luso. Fue entonces cuando Luis de la Fuente decidió que llegar el momento de dar paso a Isco. Tras seis años de travesía por el desierto, el andaluz volvió a sentir lo que tanto había añorado. Metió su penalti, pero el fútbol le negó el título que busca con España. Quizá el destino le tenga reservado a Isco algo mucho mejor.
La España de las prórrogas
Jugar la media hora extra es algo para lo que España ha sacado un abono. La de Múnich fue la cuarta con De la Fuente: Croacia, Alemania, Holanda y Portugal. En ese abono el que tiene un sitio de honor es Pedri. Ya no estaba en el campo, pero el canario puede escribir un libro de partidos de España en los que ha participado y han necesitado la prórroga.
Nuno Mendes, ¡qué jugador!
Un ejemplo de que un lateral puede ser un elemento devastador. El lateral zurdo de Portugal, además de mantener casi siempre bajo control a Lamine Yamal, abrió una autopista por su banda que hizo sufrir a España cada vez que el jugador del PSG se lanzaba al ataque. Un zurdazo suyo significó el empate a uno. Y de sus galopadas nacieron las mejores ocasiones portuguesas. Un pedazo de futbolista.
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