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Para apagón, el del Atlético. Fuera de casa, además, lo que tiene más explicación por lo futbolístico que por lo energético. Y no hay modo de que vuelva la luz desde que el equipo de Simeone se desenganchó, hasta el punto de que lo que ahora parece increíble es que llegara a competir como compitió y contra quien compitió. Mendizorroza pasa a ser un estadio más de los muchos en los que esta buena gente se ha dejado puntos frente a los de abajo. Lo peor es que, viniendo de donde se venía, de Las Palmas, casi que se da por bueno el empate sin accidente de última hora. Y, como el que no se consuela es porque no quiere, portería a cero para Oblak.
Y para Sivera, por cierto. Los de las manoplas no tuvieron que comparecer hasta que el partido merodeaba el tramo final, justo después de que los últimos cambios de Simeone coincidieran con los primeros de Coudet. El esloveno se encargó de sacar dos del siempre encomiable Kike García, el español de palmear a media altura una de Lenglet. Hasta esos minutos no hubo noticias de ellos, ni falta que hizo, incapaces sus equipos de generar peligro. En el caso del Alavés, el punta se las apañó con el resto de la tropa dedicado a los cortocircuitos; en el del Atlético, la aparición de Lino trajo consigo ciertos arreones que se quedaron en nada, pero que al menos provocaron inquietud. Antes, ni eso.
Para cuando el equipo visitante hizo la primera falta, el local coleccionaba cinco. Para cuando el equipo visitante llevaba cuatro, una de ellas por mano, el local acumulaba diez. Por determinación no iba a quedar en el caso vitoriano, en el filo de la clasificación como anda cuando la Liga ya no permite prisioneros. Cuestión distinta es el juego, que no se generó, pero ya se daba por bueno desde la perspectiva local teniendo en cuenta que menos aún había enfrente. El conjunto del Cholo maltrataba la pelota, apretado por el rival e incapaz de superar línea alguna desde las combinaciones.
De Paul era el espejo. Ni diez minutos se habían jugado y ya había tenido sus más y sus menos con Le Normand y Griezmann, incómodo pero comprometido como se veía al argentino. Antoine había regresado al once de Simeone para ofrecer la misma versión de los últimos meses, algún toque para aportar claridad, demasiados tramos desaparecido, pero es que con Julián o Barrios sucedía más o menos lo mismo. El canterano resulta definitivamente un futbolista desconcertante, omnipresente en duelos de la máxima, lánguido en muchos otros, y la consecuencia de todo lo expuesto era un equipo de balones largos y absurdos.
De repente, Martínez Munuera. Siempre de gatillo fácil con el Atlético por medio, resolvió una disputa entre Julián y Garcés con una roja directa para el delantero rojiblanco por la que no hubiera apostado ni el más optimista de los hinchas locales. La tecnología obligó a que revisara la acción y la dejara en lo que como mucho era, una amarilla que en todo caso hará cumplir ciclo a La Araña, baja para el siguiente envite después de meses aguantando ese tirón. Desde el banquillo y por sus protestas tuvo el mismo castigo Azpilicueta, cartulina que también merece relato: precisamente al navarro pretendió expulsar Munuera hace un mes, en partido de Copa y entonces desde la pantalla. Su colega de apellido resolvió aquella vez que nones, pero el defensa no lo ha olvidado.
Con eso y con una atención médica anterior en la grada se fue el primer acto hasta los 50 minutos, pero ni por ésas dio para generar una sola oportunidad. Pueden rescatarse un cabezazo desviado de Kike García o una pelota que no llegó a controlar bien Gallagher, una en cada área por ser generosos y forzando extremadamente el peligro que llegaron a generar. Coudet había dispuesto dos cambios respecto a los que ganaron a la Real, con la inclusión de Guevara y Aleñá, mientras Simeone se había limitado a lo de Griezmann. En Mendizorroza pasaba poco tirando a nada, con el del silbato como excepción para la regla.
La segunda parte amaneció con un déjà vu, el del inglés incapaz de manejar con solvencia y en las inmediaciones de Sivera un servicio que merecía otra suerte, pero en este caso la respuesta albiazul pasó por una buena contra que derivó en remate desviado de Kike. Por fin una ocasión. Poco después, un cabezazo de Guridi sin suerte tras falta defendida como las defiende la tropa rojiblanca: mal. Otra ocasión. Así que Simeone se hartó de hartarse e inició la rueda prescindiendo entre otros de Grizi. Después, lo de Lino y lo de los porteros. En la pelea por la permanencia, el Alavés ve la luz; en la pelea por vaya usted a saber, el Atlético sigue completamente a oscuras.
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