Mira por dónde lo que era una consulta a la Fundación del Español Urgente termina remitiendo al Libro de Estilo de MARCA, donde se define clásico, con minúscula y sin comillas, por cierto, como "encuentro disputado entre dos equipos de un mismo país, ambos muy laureados y relacionados por una rivalidad que persiste en el tiempo".
Vosotros no os acordaréis porque sois muy jóvenes (páguese con esta frase tributo obligado a la majadería imperante), pero hace cinco años no existía el Real Madrid femenino. Nada de 50, 25 ni 10. Conviene insistir: cinco. Tiene mérito, establecida esa base, que, sin haber llegado siquiera al lustro de vida, ya juegue el clásico cada vez que se enfrenta al Barcelona.
"Rivalidad que persiste en el tiempo".
Ni hay rivalidad aún (15 partidos, 15 victorias azulgranas, la última ese 0-4 del fin de semana) ni por supuesto hay persistencia en el tiempo.
Se entiende que la holgazanería propia de los que desempeñamos (primera persona, sí) el noble oficio del periodismo lleve directamente a una trasposición del fútbol masculino, si el Madrid-Barça es clásico en ésa, será clásico en todas sus variantes, pero las circunstancias son completamente distintas: con distintas denominaciones, la Liga femenina se disputa ininterrumpidamente desde la temporada 88-89 (ni rastro de unas u otras en aquel tiempo), así que los equipos que por partidos jugados desde entonces merecen distinción son Levante, Athletic y Espanyol en lo que al podio respecta. Esos, sí: esos están hartos de enfrentarse.
En 2001 'aterrizaría' el Fútbol Club Barcelona femenino, establecido tras integrar en la estructura deportiva de su matriz al Club Femení Barcelona.
Lo que pasó tantos años después, en 2020, conocido es: el Real Madrid llegó con prisa ya que llegaba tarde, así que compró la plaza del C.D. Tacón para incorporarse directamente a la máxima categoría y compró jugadoras para hacerse fuerte en la misma (después también expolió canteras, asunto que se ha tratado lo justo y del que pueden dar fe Atlético, Rayo o Madrid CFF). Efectivamente, desde el arranque la zona Champions ha sido su hábitat natural, pero de momento no hay manera de cantar el 'cómo no te voy a querer...', porque no hay títulos, así que cunde el desasosiego. En esta misma web han podido leerse interesantes artículos de grandes compañeros cuya tesis pasaba por el fracaso que supone gestionar una sección que no gana en un club que sólo entiende la vida ganando.
Luego está lo de que la responsable del arbitraje femenino, Yolanda Parga, fuera pareja del delegado del Real Madrid, Carlos Megía, cuestión turbia que también se ha extraído convenientemente del relato.
Y en ésas andamos: como nada es eterno, ni siquiera la hegemonía de Putellas, Bonmatí y compañía, todo apunta a que la impaciencia del personal tendrá premio y a que más a corto que a medio plazo el conjunto blanco inaugurará por fin palmarés. De hecho ya estuvo a punto de hacerlo, hasta que lo impidieron la falta que coló Estefanía Banini y los penaltis que paró Lola Gallardo, en esa Copa de 2023 que el Barça se había dejado por el camino con una alineación indebida.
Mientras llega el momento, de todas maneras, quizás convenga llamar a las cosas por su nombre y al partido en cuestión cualquier cosa menos clásico.
Que para eso hay Fundeu y para eso hay Libro de Estilo.
Comentarios