Hay futbolistas a las que es difícil imaginárselas con una camiseta distinta a la que visten durante tanto tiempo. Para los que hemos conocido a Alexia Putellas vistiendo la elástica de Espanyol y Levante se nos hace hasta raro echar la vista atrás y no verla de azulgrana. Ella es Barcelona y el Barcelona -actual- no se entiende sin Alexia. Ambas partes han crecido juntas en la última década y era de recibo que encontraran un término intermedio en el que encontrarse. La futbolista era consciente de que para seguir alimentando el sueño azulgrana debía adecuarse a la realidad financiera del club y éste que debía valorar a Alexia por todo lo que aporta a la entidad tanto dentro como fuera del campo.
Fue una lástima que se rompiera el cruzado en su prime y que lleve dos temporadas aportando menos que lo que a todos nos gustaría -a ella la primera-, pero soy de los que confía en que Alexia aún tiene que dar mucho al Barcelona. La de Mollet del Vallès está en una edad ideal en la que la experiencia y la calidad se dan la mano y sólo necesita recuperar la confianza plena para verla de nuevo bailar sobre el verde y hacer magia con el balón. Seamos cautos, respetemos los plazos que da el fútbol y disfrutemos del camino como lo hemos hecho de su trayectoria.
La figura de Alexia trasciende el terreno de juego y en el Barcelona bien lo saben. Es el alma del equipo y un activo importante de la economía del club. Pero si de algo puede estar orgullosa ella es del legado que está construyendo para presentes y futuras generaciones. El último paso lo dio la semana pasada con la presentación en sociedad de su Fundación (Fundación Eleven), con la luchará por reducir la brecha de género en el deporte y proporcionar a las niñas herramientas para su desarrollo profesional y personal. Eso sí que es un golazo.
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