Cuando uno piensa en Volvo, directamente le vienen a la mente dos conceptos, berlinas y seguridad. Sin embargo, en 2002 esta percepción cambió cuando la firma sueca decidió lanzar al mercado el primer XC90, rompiendo esquemas entre sus compradores pero manteniendo ese halo de seguridad inherente a la marca.
Casi tres lustros después, en 2015 apareció la segunda generación que, hoy por hoy, se mantiene vigente habiéndose renovado ligeramente hace pocos meses. Y es que Volvo parece estar 'germanizándose' pues no es propio que un coche tarde tanto en ofrecer una renovación de mitad de vida comercial ya que en este caso hablamos de que esta segunda entrega ha tardado casi una década en cambiar.
Circunstancia que no obstante no ha sido un impedimento para que en este tiempo se hayan venido en todo el mundo un millón de unidades, que se dice pronto. No obstante, los tiempos cambian y dado que sus principales rivales europeos sí que se han ido renovando, era de recibo que el buque insignia escandinavo hiciera lo propio ofreciendo de esta forma un conglomerado de atributos más acorde a los tiempos actuales.
Pinceladas estéticas
En el apartado exterior se ha dejado intacta su grandiosidad y su silueta de corte familiar, con una longitud que escala hasta los 4,95 metros, una anchura de 1,92 y una altura de 1,76 metros, a las que completa con una batalla de 2,98 metros. Cotas que ahora presenta, como decimos, en un envoltorio algo más atractivo como se demuestra en un frontal completamente renovado, con una inédita calandra con un tramado con lamas diagonales que se entrecruzan en el logo, también de nueva factura, paragolpes más elegantes o una firma lumínica más estilizada tanto para la iluminación principal como para el ya característico 'Martillo de Thor' diurno.
Del mismo modo estrena juegos de llantas de aleación de entre 19 y 21 pulgadas así como un color denominado Moolberry Red (que en realidad es un morado burdeos).
El resto se mantiene invariable aunque ahora existen dos líneas de acabado estético como son el Bright, cuya principal característica son las molduras cromadas, como el Dark, que las transforma en negro brillante para dotarle de una mayor deportividad y empaque visual.
Más calidad si cabe en el interior
De puertas para dentro no solo no ha variado su calidad sino que esta se ha incrementado con nuevos materiales más nobles y con una presencia general elevadísima. También se ha mejorado el aislamiento acústico consiguiendo una cabina de lo más silenciosa y resaltando elementos como el sistema de sonido Bowers&Wilkins. Del mismo modo estrena tapicerías aunque el elemento clave es la nueva pantalla central dispuesta verticalmente que no solo crece en tamaño hasta las 11,2 pulgadas sino que ahora deja de estar integrada en el propio salpicadero.
Un monitor que integra, como en el resto de Volvo, el sistema multimedia Android Automotive que no solo ofrece un manejo similar al de un smartphone, sino que además incluye aplicaciones del gigante californiano como son Google Maps, Google Play o Google Assistant. Del mismo modo puede integrar aplicaciones externas tipo Youtube y aunque también integre funciones como el climatizador, su manejo resulta bastante rápido e intuitivo. Eso sí, extraña y sorprende que ante esta carga tecnológica, la sincronización con Apple CarPlay se tenga que seguir haciendo mediante cable. La digitalización se completa con un cuadro de instrumentos de 12,3 pulgadas con la información justa y con un Head-up display proyectado en el parabrisas.
Mientras tanto, la habitabilidad no varía y no solo cuenta con unas plazas traseras amplísimas, con soluciones prácticas pensadas para la familia como son los cojines desplegables integrados en las butacas, sino que de serie está configurado para siete pasajeros con una tercera fila apta para personas hasta de 1,70 metros. Del mimo modo, el maletero ofrece un volumen que es casi un referente en su categoría, con una capacidad de 356 litros con siete plazas, 1.059 litros con cinco plazas y 1.874 litros con dos asientos, contando además con un piso completamente plano.
Conducimos el Volvo XC90 2025
Mecánicamente sorprende quizá que no haya tantas novedades ya que su gama de motores se actualizó justo en el final de vida comercial pre-actualización. Ahí es cuando se dijo adiós por completo al diésel y se decidió apostar, según la estrategia electrificada de Volvo, por motores electrificados, valga la redundancia. Así es como los de gasóleo fueron sustituidos por el B5 de gasolina pero apoyado en un sistema microhíbrido con batería de 48 voltios que le dota de la etiqueta ECO. Declara 250 CV a partir del 2.0 Turbo de cuatro cilindros y ofrece un rendimiento de lo más suave y progresivo. Homologa 8,5 l/100 km aunque en conducción real, por lo comprobado, se mueve en unos 9,5 a 10 l/100 km.
Por encima se sitúa el XC90 T8 que se impulsa gracias a un sistema híbrido enchufable que combina el mismo 2.0 litros pero potenciado a 310 CV con otro motor eléctrico de 145 CV para dar un total de 455 CV y nada menos que 709 Nm de par. Así no es de extrañar que consiga un 0 a 100 km/h de solo 5,4 segundos que se ponen más en valor si tenemos en cuenta su tamaño y que pesa 2.300 kilos.
De este motor además, se ha mejorado su gestión eléctrica ya que ahora con la batería de 18,8 kWh de capacidad se pueden realizar de una tirada hasta 71 km de recorrido eléctrico que es ligeramente más que antes y que permitirá a sus s realizar todos los trayectos del día sin necesidad de conectar el motor de combustión. Nosotros en la prueba de conducción hemos conseguido un total de 65 km, muchos de ellos además por autopista. Además, puede cargarse en tomas de corriente alterna de 6,4 kW necesitando menos de 3 horas para llenarlo o unas 8 para hacerlo en una doméstica.
En el apartado dinámico, Volvo también ha mejorado la puesta a punto de coche, sobre todo en lo que la suspensión de serie se refiere. Ahora, cada amortiguador individual puede adaptarse mecánicamente a las condiciones de la carretera para optimizar tanto el confort como la estabilidad. Opcionalmente, se puede elegir una suspensión neumática junto con un chasis activo que supervisa al vehículo, la carretera y el conductor 500 veces por segundo. En marcha esto se traduce en un confort de rodadura excelente, digno de una berlina de representación con formato SUV. Por su parte, la dirección está bien calibrada y pese a tener un coche de casi 5 metros y con ese tonelaje, las frenadas y giros en curvas cerradas de montaña no son para nada toscos. Solo un primer recorrido más esponjoso del pedal del freno en el PHEV puede resultar incómodo, pero para nada el XC90 acaba siendo molesto de conducir ni, claro resulta inseguro.
Y es que como es obvio, hablar de Volvo es hacerlo de seguridad y en este caso el buque insignia no iba a ser menos. De hecho, con esta actualización, el SUV de siete plazas se postula como uno de los mejores en este aspecto gracias al uso de radares y cámaras que permiten ofrecer sistemas como el nuevo recentrado en el carril, especialmente útil cuando detecta que te has desviado de manera involuntaria al carril de al lado o hacia la cuenta.
En definitiva
Como decíamos al comienzo el hecho de que parezca que Volvo se ha germanizado es porque ha conseguido mantener la esencia de su buque insignia aplicando los cambios necesarios tanto en el exterior como en el interior, pues a nivel mecánico ya venía con todo cambiado. De esta forma su 'lucha' contra los modelos alemanes se volverá más cruenta, incluso pese a ofrecer un precio de partida que no es apto para el común ya que para optar por este actualizado XC90 hay que desembolsar 82.200 euros en el caso del B5 y 91.150 euros en el del T8, tarifas aplicadas para el acabado Core, el de arranque, ya que también está disponible con los niveles Plus y Ultra con un sobrepecio de entre 3.858 y 6.145 euros dependiendo de la motorización.
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