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Dicen que Enzo Ferrari era un irador del Papa Juan Pablo II (su pontificado se extendió desde 1978 hasta 2005) más que nada porque este había trabajado como obrero durante su juventud. Sin embargo, la salud del creador de la mítica marca de deportivos no le permitió estar en Maranello el día que el Papa honró a Ferrari haciendo una visita a su sede. Nunca hasta entonces habían tenido una visita tan ilustre y jamás la volverían a tener. Sucedió el 4 de junio de 1988, dos meses antes de que Enzo falleciera, y dio para unas imágenes que sorprendieron al mundo.
Por aquella época el Papamóvil era una especie de fortaleza rodante, algo que en El Vaticano parecía irrenunciable después de que el 13 de mayo de 1981 Karol Wojtyla sufriera un atentado que conmocionó al mundo. Aquel día el turco Ali Agca se plantó en la Plaza de San Pedro y esperó a que el Papamóvil descubierto pasara a su lado, momento que aprovechó para descerrajarle cuatro disparos. Dos balas se alojaron en el estómago del Santo Padre, mientras que las otras dos le hirieron en el brazo y en la mano. Por suerte, ninguna de ellas fue mortal.
Sin tanto peligro
Sin embargo, para pasearse por el interior de la factoría comprendieron que no hacía falta tanta seguridad, ya que los trabajadores estaban 'controlados'. Así que le prepararon un Ferrari Mondial Cabrio, el único modelo descapotable que la marca italiana tenía a la venta en aquel momento. Había salido al mercado en 1980, ofrecía cuatro auténticas plazas y estaba equipado con un V8 en posición central trasera que en un principio no ofrecía más que 218 CV, aunque para cuando Juan Pablo llegó a Maranello ya rendía 270 CV y desde 1989 a 1993 entregaría 300 CV.
La única preparación que le habían hecho al coche consistía en retirarle el asiento del copiloto, de forma que Karol Wojtyla pudiese estar de pie durante el recorrido mientras se agarraba el marco del parabrisas.
Conociendo a los pilotos
Cómo no, aquel día pudo ver no solo la cadena de montaje y estrechar las manos de los máximos dirigentes (excepto de Enzo Ferrari), sino también conocer a Michele Alboreto y Gerhard Berger, entonces pilotos de Ferrari, y ver de cerca sus monoplazas.
Hubo otra ocasión en la que Ferrari se encontró con el Papa, pero fue ya en enero de 2005 y en El Vaticano. Por entonces Ferrari llegó con una delegación de 95 personas entre la que se encontraban los pilotos Michael Schumacher y Rubens Barrichello. Es muy posible que el Papa, ya con 84 años y en claro declive físico (moriría tres meses más tarde), todavía recordara el día en que se subió a un Ferrari. Coche, por cierto, del que nunca supimos si fue conservado por Ferrari o acabó vendiéndose a un cliente que tal vez ni siquiera conoce que un día sirvió para llevar al Papa.