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Sir Bradley Wiggins ha vuelto a la primera plana. Y no por una nueva hazaña sobre el asfalto, sino por una confesión que deja en evidencia los claroscuros de su trayectoria. En el podcast de Cyclist Magazine, el campeón del Tour de Francia 2012 y leyenda olímpica repasó su carrera junto a la figura del mítico jugador de críquet Ian Botham, con quien participará el próximo septiembre en una marcha solidaria para la Beefy’s Charity Foundation. Pero más allá de la anécdota deportiva, lo que más ha resonado es su desgarrador relato sobre lo que vivió tras el retiro y su sincera opinión sobre el caso Lance Armstrong.
"Ojalá hubiera dicho lo que pensaba", lamenta Wiggins, recordando el momento en que, en 2013, fue obligado a posicionarse públicamente en contra del texano tras destaparse el escándalo de dopaje que borró del palmarés oficial sus siete Tours de Francia. “Me dijeron lo que tenía que decir sobre Lance. Fue uno de mis principales remordimientos. Lo hice porque representaba a Sky, pero no era lo que sentía”, itió el británico, quien ese mismo año fue cuarto en la ronda gala, justo detrás de Armstrong, resultado que ahora considera adulterado: “Me robó quizás ese podio. Me habría gustado vivir lo que significa eso”.
Más de una década después de aquella tormenta, Wiggins rompe su silencio con dureza, apuntando directamente a los dirigentes del Team Sky, especialmente a Dave Brailsford, actual ejecutivo en el Manchester United. “Recuerdo toda esa basura sobre ‘conductas ganadoras’, lo mismo que ahora promueven con su famoso ‘Proyecto 21’. Nunca supe qué significaba nada de eso… Era para el personal, quizá. Yo solo quería correr”, afirmó, evidenciando su ruptura con aquella cultura de apariencias.
No se quedó ahí. También arremetió contra los medios que en su momento, según él, sabían más de lo que contaban. “Hubo mucha hipocresía. Muchos sabían lo que pasaba en el ciclismo, era algo apandémico, y aun así se mostraban estupefactos públicamente. Es una herida abierta en el deporte”, sentenció con voz crítica, desnudando el ambiente de complicidad que rodeó al pelotón durante años.
Wiggins, que desde su retirada ha batallado contra la adicción al alcohol y problemas económicos, itió que su última década ha sido un viaje a ciegas: “Llevo casi 10 años jubilado y me pregunto: Dios, ¿qué han sido estos años?”. Y se queda con una lección: “No todo el que te ayuda es tu amigo y no todo el que te hace daño es tu enemigo”.
En un tono más distendido, el episodio también le permitió compartir experiencias con Ian Botham, leyenda del críquet, comparando épocas y disciplinas. Hablaron de presiones, glorias pasadas, y del próximo reto solidario que les unirá en septiembre en el “Sir Bradley Wiggins Cycle Challenge”, una marcha ciclista entre Portsmouth y el mítico Lord’s Cricket Ground en Londres. Será un evento benéfico a favor de varias fundaciones, como Blood Cancer UK o la Batten Disease Family Association, con inscripción abierta desde 150 libras. Aquello que el joven Wiggins no se atrevió a decir en 2013, el veterano Wiggo de 2025 lo suelta sin filtros.
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