Fue el primer gran héroe latinoamericano del ciclismo moderno. Un pionero de los escarabajos, el hombre que abrió camino en las montañas europeas y al que se recuerda por conquistar LaVuelta de 1987, por sus triunfos en el Tour y por haber enamorado al público con su estilo combativo y silencioso. Estos días sin embargo, el nombre de Lucho Herrera ha vuelto al foco mediático por una razón muy distinta: una investigación judicial que le relaciona con un presunto caso de desaparición forzada en Colombia, ocurrido hace más de dos décadas.
De campeón en Europa a terrateniente en Fusagasugá
Tras su retirada a principios de los 90, Herrera llevó una vida discreta, alejada de los focos y sin grandes gestos de exhibición pública. Supo invertir lo ganado sobre la bicicleta con cabeza: invirtió en tierras, ganado, transporte y en finca raíz, diversificando su patrimonio. Aunque no trabajaba directamente en el campo, sí estaba siempre presente en la gestión. Tenía empleados de confianza y supervisaba todo con detalle, casi como dirigía sus ataques cuesta arriba en los Alpes.
Residía en su natal Fusagasugá, donde gestionó varias fincas -algunas no a su nombre- y llegó a tener incluso un hotel de paso que más tarde vendió tras varios robos. También poseyó tractomulas dedicadas al transporte, hoy ya fuera de circulación. Pero, según personas cercanas, su mayor beneficio económico provenía de sus inversiones inmobiliarias, con propiedades tanto en Fusagasugá como en Bogotá, donde contaba con varios inmuebles que alquilaba o gestionaba de forma privada.
En 2015 se casó por segunda vez con una abogada mucho más joven y, desde entonces, ha seguido desarrollando su vida familiar con bajo perfil. En 2022, durante una visita reciente, contaba con orgullo que había comprado un restaurante para su hija, aunque ella, desde pequeña, soñaba con ser ortodoncista. “Vida de jubilado”, solía decir. Pero lo cierto es que nunca dejó de estar activo. Un empresario del campo más que un exciclista.
La investigación judicial que lo cambia todo
La sorpresa fue mayúscula cuando, en los últimos días, el Juzgado Cuarto Penal del Circuito de Fusagasugá ordenó abrir una investigación formal contra Herrera, acusado por exparamilitares de haber sido el instigador de la desaparición de cuatro vecinos suyos en 2002. Alias ‘Ojitos’ y ‘Menudencias’, antiguos de las Autodefensas Campesinas del Casanare, aseguran que fue el excorredor quien les entregó fotografías, información y una suma de dinero para eliminar a las víctimas, supuestamente por estar vinculadas a la guerrilla.
Uno de los testimonios más reveladores es el de alias 'Ojitos', quien, según recoge el expediente judicial, afirmó lo siguiente:
“El señor Lucho Herrera me ofrece algo de beber y me da dos sobres de manila, en uno de ellos venían las fotos de 4 personas que teníamos que recoger, dijo que eran milicianos de la guerrilla que lo iban a secuestrar, y en el otro sobre había 40 millones y nos dice que si queremos para comprar unas pistolas y unas motocicletas. Esa gente colindaba con la finca de él”.
La crudeza del relato se amplía con la declaración de alias 'Menudencias', quien ofreció detalles macabros del operativo: “Metimos dos en el platón y dos en la parte de adelante, los inhumanos en la vía Novilleros al Aguadita, en una finca sobre el borde de la carretera los degollamos y luego los descuartizamos con machete”, aseveró.
En una versión aún más comprometida, publicada por el canal Noticias Uno y recogida en declaraciones ante la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), se sugiere que la verdadera motivación de Herrera no habría sido un temor real a un secuestro, sino el deseo de apropiarse de las tierras de sus vecinos. Según uno de los testigos, los paramilitares descubrieron después que las víctimas no eran milicianos, sino campesinos sin vínculos con la guerrilla, y que Herrera “habría inventado todo” para quedarse con su finca colindante. Incluso, uno de ellos afirma que los cuerpos fueron enterrados en una propiedad del exciclista.
Los desaparecidos son Víctor Manuel y José del Carmen Rodríguez Martínez (hermanos), Gonzalo Guerrero Jiménez y Diuviseldo Torres Vega, cuyos restos, según los testimonios, habrían sido ocultados en una finca de la zona. La Fiscalía colombiana ha catalogado el caso como crimen de lesa humanidad, lo que implica que no prescribe.
Las primeras palabras del colombiano
Durante varios días, Herrera guardó silencio. Pero finalmente se pronunció en declaraciones a W Radio, medio colombiano: “Voy a dar todas las explicaciones a las autoridades, pero puedo asegurar que soy ajeno a los hechos que se noticiaron”, afirmó con sobriedad.
Poco después, emitió un comunicado oficial en el que negó de forma tajante cualquier vínculo con organizaciones criminales tras conocerse que un juez penal ordenó compulsar copias a la Fiscalía para investigarle. Explicó que fue informado de la decisión el pasado 20 de abril y atribuyó las acusaciones a declaraciones de personas condenadas que, en busca de beneficios judiciales, habrían mencionado su nombre.
"Se trata de individuos pertenecientes a estructuras armadas al margen de la ley, cuyas afirmaciones rechazo con absoluta contundencia", señaló. Defendió que jamás ha pertenecido a organizaciones criminales ni ha causado daño a persona alguna:
"Mi vida la he dedicado al deporte y, tras mi retiro del ciclismo profesional, a trabajar de forma honesta", subrayó, recordando que como empresario fue víctima de extorsiones y amenazas, siempre denunciadas.
Herrera confirmó que ya se ha puesto a disposición de la Fiscalía para colaborar en todo lo necesario y reiteró su respeto por los medios, aunque aclaró que no hará más declaraciones públicas hasta conocer con precisión los cargos. "Desde hoy he manifestado mi voluntad indeclinable de colaborar con la justicia y atender cualquier requerimiento judicial", concluyó.
La otra cara de Lucho
En España, donde aún se recuerda con cariño la figura de aquel corredor menudo que ganó en LaVuelta, cuesta digerir que hoy se vea envuelto en un caso tan grave. Para muchos aficionados, Lucho Herrera es sinónimo de ciclismo puro. Fue rey de la montaña en las tres grandes, conquistó etapas en el Tour, en el Giro, y especialmente se coronó como leyenda en Madrid en 1987. Su duelo con Laurent Fignon y la emoción de su triunfo aún resuenan en los libros de historia del ciclismo.
Su palmarés fue extraordinario: ganador de tres etapas en el Tour de Francia -incluyendo la mítica del Alpe d’Huez-, dos veces rey de la montaña en esa misma carrera, tres etapas en el Giro de Italia, dos en LaVuelta, y campeón de la montaña también en ambas. Además, ganó el Critérium del Dauphiné en dos ocasiones (1988 y 1991) y firmó actuaciones memorables como escalador, terreno en el que fue uno de los mejores de su época.
Su relación con España fue muy especial. No solo conquistó la ronda nacional en 1987, sino que pasó largas estancias en el país, forjó vínculos con periodistas, directores deportivos y aficionados, y dejó una huella imborrable en una generación que lo vio romper moldes y fronteras desde lo más alto de los podios.
Por eso, en Colombia, su implicación en este caso ha dejado una huella profunda. El mito deportivo ha quedado momentáneamente en suspenso. Nadie esperaba que una figura así pudiera verse salpicada por uno de los episodios más oscuros del conflicto armado que marcó el país durante décadas.
Entre la leyenda y la justicia
Colombia, un país que ha convivido durante décadas con las heridas del conflicto armado, se ve ahora obligada a encarar una nueva y dolorosa contradicción: la de una figura legendaria del deporte nacional implicada en un proceso por desaparición forzada. Esta historia no solo convoca a la justicia, sino que también interpela a la memoria colectiva, al relato heroico construido en torno a un ciclista que marcó una era.
Herrera niega los hechos. Asegura que demostrará su inocencia. La investigación judicial determinará si hay pruebas suficientes, pero mientras tanto, el ciclismo colombiano y quienes le vieron brillar desde Europa observan el caso con una mezcla de perplejidad, respeto y desconcierto. La leyenda sigue en pie, pero su relato, al menos por ahora, ha quedado suspendido.
Una historia de novela
Guy Roger, en su libro 'Bernal y los hijos de la Cordillera. Viaje al país de los escarabajos', cuenta cómo fue su secuestro por las FARC.
- El prestigioso periodista Guy Roger, en su libro 'Bernal y los hijos de la Cordillera. Viaje al país de los escarabajos' (Cultura Ciclista), dedica un capítulo a la figura de Lucho Herrera, al que define como uno de los grandes héroes colombianos del último siglo. Bajo el título 'Lucho Herrera, inmortal', repasa no solo su leyenda deportiva, sino también uno de los momentos más dramáticos de su vida: el secuestro que sufrió a manos de las FARC en el año 2000.
"Me exigieron dinero. Mi madre se dio cuenta. Se precipitó al teléfono, pero ya se quebraron de las manos. Me metieron dentro de un coche a punta de fusil, y se acabó", recuerda el propio Herrera sobre aquel episodio, del que fue liberado 24 horas después tras una interminable travesía con los ojos vendados y un kalashnikov apuntándole.
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