Pues a falta de lo que se decida en torno al nuevo inquilino o inquilina del banquillo del Real Madrid femenino la llegada de Xabi Alonso para dirigir a la primera plantilla y de Arbeloa para suplir a Raúl en el Castilla, posiblemente con Diego López como ayudante, ha sido interpretada por muchos como una suerte de proceso de mourinhización del club. Un 2.0 que se dice en estos tiempos tan cibernéticos.
No es ni bueno, ni malo en sí. Lo importante será su trabajo y sobre todo sus resultados, pero no dejan de ser llamativas algunas similitudes. Florentino nunca ha ocultado su predilección por el técnico de Setúbal al que recurrió en tiempos de hegemonía guardiolista y que se quedó a mitad de camino en Europa con varias semifinales consecutivas. Ganó en su segunda campaña, recordarán, la famosa liga de los cien puntos y ciento y pico goles y, curiosamente, arrancó la temporada con un mercado de fichajes donde hubo un lateral zurdo procedente del Benfica (Coentrao), un central prometedor (Varane) y un medio centro acreditado en la Bundesliga (Sahin).Cristiano, como Mbappé, se convirtió en el jugador franquicia tras la salida anterior de un mito como Raúl que bien pudiera ser a nivel de impacto en el imaginario madridista el Luka Modric de hoy y su antecesor en el banquillo, Pellegrini, guarda similitudes con Carletto en la forma de proceder y trabajar. No dirán que no es curioso.
Alonso llega, además, después de hacerlo rematadamente bien en Leverkusen como lo hizo Mourinho en el Inter, un coloso por historia, venido a menos por aquellos tiempos ante la fortaleza de la Juve en Italia y tiene por delante, sobre todo, la tarea de recuperar una ética de trabajo perdida, y acortar la diferencia ante un Barcelona liderado por el Messi del momento, Lamine Yamal quien va a vestir la 10 azulgrana a partir de agosto. Hasta repite Laporta en el palco blaugrana que habló, por aquel entonces, de barcelonitis para explicar la llegada del portugués como antítesis de Guardiola.
Será apasionante ver cómo resuelve los problemas con los que arranca sabiendo, con certeza, que su dedo señala el nuevo camino y nunca acabará en el ojo de Markus Song, mano derecha de Hansi Flick.
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