Una de las cosas que más han llamado la atención en este primer fin de semana de confinamiento es la cantidad de campeones olímpicos de pacotilla que no han podido resistirse y han tenido que salir a entrenar por sus santas narices. Tipos y tipas vestidas de fantoches, raners de pegote, globeros de tres al cuarto, ochomilistas de salón como los que atestaron el aparcamiento de la Pedriza porque si no escalaban su ochomil el sábado no podían contarlo en el tuiter, y chandaleros de chirigota que compraron el pan unas cuadras más lejos para darse el paseíto.
Todo eso lo podían comprobar asomados a la ventana los ciudadanos confinados y se corroboró después en los telediarios con imágenes delirantes de gente "haciendo deporte". Son una minoría pero son deplorables. Cuando los propios deportistas profesionales han sido los primeros en pedir solidaridad, resulta patético ver esta élite dominguera saltarse a la torera las normas porque, claro, hay que entrenar. Hay mil soluciones para aplacar a ese campeón olímpico que todos llevamos dentro. Hasta un secuestrado es capaz de caminar en su zulo. Sean solidarios y dejen de hacer el imbécil que falta mucho todavía.
UN RETO
Al deporte profesional se le presenta un reto apasionante, si es que hay algo más apasionante que matar al bicho: cómo solventar el calendario para terminar competiciones, evitar suspensiones definitivas, comprimir lo que hay, crear otras nuevas y buscar fórmulas que no conculquen ni la justicia, ni la igualdad ni los principios deportivos. Todo ello combinado con la rentabilidad y los intereses económicos que dominan el marco profesional y que abarcan múltiples sectores. Asistiremos a todo tipo de propuestas: imaginativas, disparatadas, novedosas... Algunas de ellas ya están en la calle. El ciclista Iván García Cortina ha deslizado la posibilidad de hacer una gran ronda europea que aglutine Tour, Giro y Vuelta, que una los tres países, incluyendo en el recorrido las singularidades de cada uno. No es descabellado. En el mismo ámbito de la bicicleta se están proponiendo clásicas que mezclen los adoquines con los muros. Por cercanía y terreno, no es imposible. Otro tanto sucede en fútbol: play off en las ligas, eliminatorias a partido único en Europa, una final four para la Champions, una Eurocopa sin liguilla de grupos...
ADAPTARSE
Cada deporte tiene su especificidad y habría que adaptarlo a las circunstancias. Entre las soluciones están también las más drásticas y temidas como el aplazamiento sine die, la suspensión definitiva, el campeonato desierto... No por dolorosas hay que descartarlas. Dependiendo de cómo vaya el bicho, puede ser incluso lo más razonable según en qué disciplina y eso incluye a los mismísimos Juegos Olímpicos. Resulta curioso que en muy pocos ámbitos se haya valorado el concepto duelo nacional o duelo universal. Con cientos de fallecidos en un país -miles en algunos casos-, no se plantea dejar de jugar por una cuestión moral o ética. Bien es cierto que hubo competiciones que no se suspendieron ni en la Segunda Guerra Mundial. Es la parte cruel de este asesino en serie llamado Covid 19.
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