Decepcionante. Esa es la palabra que define lo que ha sucedido en estas últimas semanas con Checo. Ya sea por mala suerte o por malas decisiones del piloto o el equipo, lo cierto es que el anuncio de su renovación con Red Bull ha coincidido prácticamente con uno de sus peores momentos en esa escudería.
Y lo peor de todo es que percibo cierto conformismo en Checo y es lo que menos me gusta. Yo prefiero a un Sergio luchador, competitivo y poniéndole las cosas difíciles si puede incluso a Verstappen. Sin embargo, me da la impresión de que ha tirado la toalla, de que en su cabeza ya está más esa labor oscura de ayudar al neerlandés en su lucha por el campeonato que en centrarse en lograr él, como mínimo, el subcampeonato.
Checo, salvo un giro inesperado de los acontecimientos, ha solucionado su futuro con Red Bull para las próximas temporadas, pero ahora parece muy claro que ha aceptado ese papel del piloto que se va a dedicar a trabajar para su líder, pero que no va a molestarle, no va a incomodarle ni a tratar de arrebatarle ese primer puesto que ya parece decidido de antemano.
Y a mí esto no me gusta. Ojalá me equivoque y lo antes posible volvamos a disfrutar de un Sergio Pérez otra vez con un coche competitivo, capaz de discutirle ese primer puesto a Verstappen tanto en la calificación como en la carrera. Tristemente, lo que estamos viendo en estas últimas semanas es todo lo contrario. Un Checo sin chispa, muy lejos de los mejores. Renovado, sí, pero también rendido. Esperemos que reaccione.