Como si viviera en un bucle, Hugo González de Oliveira calcó la actuación de hace tres años en los Juegos Olímpicos de Tokio en los 100 metros espalda. Fue sexto de nuevo, con 52.73, en eso mejoró cinco centésimas, que no es mucho pero siempre es sinónimo de progreso sobre todo mentalmente. Aunque lo cosechado interpares -oro mundial, oro europeo y un subcampeonato del mundo- denota que es otro y que en su prueba los 200 espalda tendrá su baza a jugar.
Hugo es un nadador de sensaciones. No le gustó llegar a la final con un puesto que le condenaba a las calles laterales donde rara vez -salvo en los Mundiales de Barcelona- se ganan las medallas. "Hay que intentar nadar más rápido y no pasar a semifinales con la decimocuarta marca y a la final con la octava", reconoció como una lección para la prueba que arranca en dos días y donde se le ve ilusionado.
Condicionado mentalmente por esa circunstancia, no hizo un gran largo de ida. Volteó el último, en una carrera lanzada a cuchillo por el chino Xu JIayu, que pasó en 24.88. Pero todo lo demás estaba apretado. Entre Ryan Murphy, el compañero de entrenamientos en California, y Hugo apenas hubo medio segundo.
La vuelta prometía. El español, un diesel, tenía campo para remontar. Sin embargo, en unos Juegos Olímpicos, el margen es más estrecho. Emergió Thomas Ceccon, el plusmarquista mundial para rebasar a Murphy y Jiayu y colgarse el oro con 52.00. La reacción de Hugo le permitió pasar al francés y al británico. Fue el tercer europeo de la final, un consuelo vacuo, pero que refleja que es un nadador de vanguardia.
"Todo lo que ha ocurrido sirve de experiencia para el 200", dijo. "Hemos nadado más rápido en Doha y en Mallorca y con todo lo que hemos trabajado no podemos irnos de aquí sin plasmarlo".