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Señales de una debacle blanca: el último plan de Ancelotti, una diferencia para echarse a temblar...

El club blanco firma en Barcelona el fin de una era

Kylian Mbappé, hundido tras la derrota en el Clásico.
Kylian Mbappé, hundido tras la derrota en el Clásico.
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El proceso de cambio en el Real Madrid es imparable, y a pesar de la resistencia de Kylian Mbappé, que en su primera temporada de blanco lleva ya 39 goles, no queda otra que mirar ya al futuro más inmediato... uno que pasa por Xabi Alonso y el esperado Mundial de Clubes que arranca el próximo mes. Y es que a pesar de que las señales de peligro de una debacle blanca, que estaban a la vista de todos, eran irrefutables, se prefirió negar la evidencia y tirar con lo que había en vez de buscar una solución.

Una pequeña mentira con las patas muy cortas

El Madrid empezó el partido como lo había soñado, no como lo había planificado. Y es que ni en sus mejores sueños podría haber firmado un arranque parecido al visto en Montjuic, que en 14 minutos pasó de la fiesta absoluta a un miedo que recorrió cada centímetro del estadio. Algo que duró poco porque Hansi Flick ha sido capaz de construir un equipo ganador, que cuando se pone voraz es implacable y, aunque dude en exceso atrás y muestra debilidad demasiadas veces, tiene la confianza necesaria para darle la vuelta a cualquier situación. 

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El plan, como suele ser habitual en los partidos de Ancelotti este año contra el Barcelona, era esperar bien resguardaditos y salir rápido a la contra. Ni la buena imagen en la segunda parte del Clásico en la final de Copa fue suficiente para cambiar el planteamiento. Y menos cuando al cuarto de hora el marcador reflejaba un inesperado 0-2. Sin embargo, cuando el tornado culé amenazó con tocar suelo, el equipo blanco, sin ningún recurso para evitar la presión o para jugar a algo, acabó siendo rehén de su propia fortuna en el arranque del partido.  

El ejemplo perfecto de que algo pasaba dentro

Kylian Mbappé firmó el 0-1 desde los once metros para demostrar que lo que ha pasado con las penas máximas este año era un síntoma de algo más grave. Una autogestión por parte de sus estrellas, para no entrar en problemas, que acabó saltando por los aires en el momento menos oportuno de la temporada. "Creo que es correcto darle la responsabilidad a los dos. Ellos tienen para tirar el penalti la misma calidad y no quiero elegir", explicó Carlo sobre un plan que ayudó a evitar el primer 'incendio'.

El culebrón de los penaltis en el Real Madrid ha encontrado, por fin, un epílogo. Quizás demasiado tarde porque la decisión, de haberse tomado mucho antes, podría haber provocado un importante giro de los acontecimientos. Y es que después mil idas y venidas, de un "vamos a ver si cambiamos el lanzador" de Carlo y de varios fallos importantes, Mbappé se acabó haciendo cargo de una función que debía haber sido suya desde el primer día. El problema fue querer complacer a todo el mundo para acabar perjudicando al grupo con tanta indecisión. 

Una diferencia para echarse a temblar

"Yo sólo hablo de mi equipo. Tenemos una mentalidad fantástica y sólo buscamos atacar. Los aficionados y todo el club están contentos", respondió Hansi Flick. Caballero como pocos, el entrenador alemán prefirió no hurgar en la herida blanca con una pregunta que buscaba averiguar sin la diferencia había estado en el trabajo sin balón. Y es que la diferencia era visible en todas partes, pero en especial en el hambre de los dos equipos. "Podrían haber marcado el cuarto, pero no lo han hecho. Por eso he dicho que tenemos que mejorar de cara al año que viene", explicó sobre una defensa adelantada que no retrasó filas en ningún momento.

Porque el Madrid se agarró con todo lo que tenía a una pequeña 'mentira' que, de manera infundada, les dio una falsa seguridad. Encerrados en el balcón de su propia área, los jugadores blancos vieron pasar los minutos mientras eran conscientes de que al otro lado estaba la muerte más cruel de todas. Y es que sin pelota, sin ideas, sin actitud y sin compromiso (demasiadas ausencias), el club blanco deambuló por el césped sin un plan al que agarrarse. Lo único que parecía funcionar era agarrar el paraguas... y tratar de aguantar el chaparrón. Sin embargo, cuando cometes tantos en errores en defensa y te falta contundencia e cada acción es difícil encontrar un cobijo tan grande para evitar el temporal culé.

Aquí es donde el sucesor de Ancelotti tendrá que echar mano para cambiar la dinámica. Y es que a pesar de no ser reconocido como un entrenador de 'mano dura' tradicional, ha demostrado ser capaz de imponer autoridad y disciplina cuando es necesario (algo que pide a gritos la plantilla blanca). Su estilo de gestión se caracteriza por la calma y la comunicación, pero también por la capacidad de corregir errores y exigir responsabilidad a sus jugadores. Es decir, todo lo que necesita el Madrid ahora mismo.

Una prueba que nadie entiende

En medio del caos, lo peor de todo fue quizás el intento de nada del Real Madrid. Una salida de balón que lo resume todo y que simplificó el trabajo a los de Flick, que tan solo tuvieron que elevar la línea de presión para ver como el Madrid les regalaba la pelota una y otra vez. Y aunque se suele decir que la intención es lo que cuenta, en el fútbol eso nunca ha funcionado. O al menos si repasamos la prueba blanca en Montjuic... que nadie entiende.

Cierto es que al menos esta vez no se puede decir que no había plan para sacar el balón jugado... ya que esta vez lo que faltó fue más carácter y personalidad para aguantar de espaldas la presión rival. En los saques de puerta, con el Barça esperando para morder en la frontal, el Madrid hundió a dos futbolistas dentro del área (Asencio y Tchouaméni), abrió campo con los laterales atrayendo a su par... para acabar pegando un pelotazo a la nada. Es decir, en vez de sacar al equipo para pelear segunda jugada, los de Carlo se encerraron en su campo para regalar el balón cada vez que los atacantes azulgranas presionaban un día. Y así una vez tras otra, dando alas al rival mientras la confianza se iba minando poco a poco.

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