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Corría el otoño de 1982, y el fútbol español intentaba sanar las heridas que dejó un Mundial organizado en casa y que resultó un desastre. En ese clima de renovación, el 22 de julio, y tras un primer intento fallido el año anterior, la Asamblea del fútbol español aprobó un torneo que tuvo en el Barcelona, a través de José Luis Núñez, una encendida defensa: la Supercopa. Inspirada en modelos como el inglés, enfrentaría a los campeones de Liga y Copa en busca del supercampeón de España. Era la heredera de la Copa Eva Duarte.
La Real Sociedad y el Real Madrid, ganadores de Liga y Copa respectivamente en la temporada 1981-82, quedaron citados a un doble duelo. La ida se disputaría en Chamartín el 13 de octubre; la vuelta el 28 de diciembre, en Atotxa.
El estreno de la Supercopa tuvo como gran protagonista a un nombre que hoy, 43 años después, sobrevuela la final que en Yeda disputarán Real Madrid y Barcelona: José María Enríquez Negreira.
Designación
Para el duelo entre campeones, la Federación eligió al ganador de la temporada anterior del premio creado en 1976 por el Comité Nacional de Árbitros. El 24 de septiembre, Negreira recibió su único Silbato de Oro, con Andújar Oliver como Plata.
Lo que se esperaba como un gran acontecimiento se convirtió en una final, con más de dos meses entre la ida y la vuelta, en la que casi nadie creía.
La Real Sociedad tenía su mirada fija en la semana siguiente: el 20 de octubre, día en el que recibiría al Celtic en su estadio para disputar la ida de los octavos de final de la Copa de Europa. El equipo de Alberto Ormaetxea, llegó esa temporada hasta las semifinales.
En el Real Madrid, la atención se centraba en las primeras elecciones bajo el formato de sufragio universal entre sus socios, algo inédito en la historia del club. El domingo anterior, Luis de Carlos, bajo el lema ¿Cambio...? No, gracias, se impuso en las urnas a Ramón Mendoza con 10.752 votos frente a 7.660, a pesar de que el perdedor había presentado más firmas.
Así, el miércoles 13 de octubre, De Carlos, heredero de Bernabéu tras la muerte de este en junio de 1978, regresaba al palco como presidente electo. “Que el nuevo torneo tenga al Madrid como ganador”, deseaba tras ser confirmado en el cargo.
Supercastaña
Así calificó el cronista de MARCA el primer partido de la final. Ante media entrada, los dos campeones ofrecieron un partido espeso, resuelto con un solitario gol de Metgod a un minuto del descanso. Era la primera derrota de la temporada para la Real Sociedad.
Sin embargo, los cronistas coincidieron en que peor que el partido fue el arbitraje de Enríquez Negreira. “Pésima labor del colegiado catalán. Mostró doce tarjetas con desigual criterio y dejó de mostrar otras que lo merecieron con creces. Sacó fuera del área una falta de Diego a Bonet que debió sancionarse con penalti. El gol madridista nació de un libre por falta inexistente, y Metgod marcó en esa falta. Etcétera... ¡Fatal!”, se leía en MARCA.
El arbitraje enfadó a todos. “Parecía Billy el Niño, con las tarjetas”, lamentaba Di Stéfano, quien vio a su equipo quedarse con diez jugadores tras la doble amonestación de Juanito en el minuto 22.
Parecía Billy el Niño con las tarjetas
“No quiero hablar del árbitro, pero siempre que venimos aquí pasa lo mismo. No me sorprende nada”, contratacaba el entrenador de la Real Sociedad.
En este estadio siempre pasa lo mismo
Del campo tuvo que salir Negreira protegido por los escudos de la Policía Nacional, ante la lluvia masiva de almohadillas y todo tipo de objetos.
La vuelta, igual
La Real Sociedad fue la primera en inscribir su nombre como campeón de la Supercopa. El 28 de diciembre ganó 4-0 en un partido que llegó a la prórroga, a pesar de que el Madrid se quedó con nueve jugadores desde el minuto 71. Juan José, en el 22, y Ángel fueron los expulsados. “En este país es más fácil hablar con un ministro que con un árbitro”, se quejaba el segundo expulsado madridista.
En este país es más fácil hablar con un ministro que con un árbitro
En este caso, el arbitraje estuvo a cargo del aragonés Pes Pérez, que fue juzgado con la misma dureza: “Mal, muy mal”.
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