A las seis y media de la tarde del sábado, la Liga estaba acabada. No había más que esperar a que el Barcelona certificara su victoria ante el Betis después del cante del Madrid frente al Valencia. A las once y pico de la noche, la Liga seguía tan viva como antes: habían fallado los dos. Falló el Madrid en otra de esas tardes que dedica a ganar los partidos a la tremenda, y falló el Barça cuando lo tenía a huevo. El consuelo lo puso Flick: “Un punto más, un partido menos”. El consuelo del Madrid es más folclórico: no estamos muertos, estábamos de parranda. Veremos si el Barça no termina lamentando el quite del perdón teniendo en cuenta los antecedentes de su máximo rival. El Madrid, como perseguidor, no es un buen compañero de viaje. Y quién sabe si el Atlético...
La Liga de las sensaciones
Porque si la Liga de los puntos sigue viva y aún puede suceder cualquier cosa, la Liga de las sensaciones está bastante más decantada. Juega mejor el Barça porque defiende más, ataca en oleadas y con claridad y lo hace todo bajo una organización de la que el Madrid carece. El Madrid tiende a lo caótico, es un coladero, más o menos sabe lo que tiene que hacer con balón pero cuando no tiene el útil, la desatención en las obligaciones para volver a recuperarlo es palmaria. Ancelotti lo sabe pero no es capaz de poner remedio. Lleva nueve meses hablando de desequilibrio.
El problema son partidos como el del Valencia, donde el equipo sólo se activa cuando se ve al borde del abismo, pero también partidos como el de mañana, en el que no sabemos qué Madrid va a comparecer. Se supone que la Champions es el abismo y que el equipo ofrecerá sus mejores prestaciones. Pero es más una cuestión de fe que una cuestión de fútbol.
Uno de los grandes
Estamos ante uno de los mejores ciclistas de todos los tiempos y convendría ser conscientes de ello. Quienes vieron a Eddie Merckx pensaron que no habría otro como él pero lo tenemos delante. La exhibición de Tadej Pogaçar en el Tour de Flandes es una piedra más en la monumental catedral ciclista en que está convirtiendo su carrera. Vamos a recital por prueba, gane o no gane. Lo conmovedor no es que gane sino cómo lo hace: al ataque total. Es casi una rebeldía contra el ciclismo de números, un inconformismo permanente. En Flandes, atacó en todos y cada uno de los muros hasta que terminó por reventar la carrera, por torturar uno a uno a la élite del pelotón. Corrió solo, convertido en una especie de Conde de Montecristo. El próximo domingo es la París-Roubaix. Como anunció Ernest Shackleton, “se buscan hombres para viaje peligroso. Honor y reconocimiento en caso de gloria...”
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