Parecía que los cambios no habían sentado especialmente bien al Atlético, cada vez más aturullado, de hecho el Getafe acababa de tener dos ocasiones, cierto que una al desviar Giménez la pelota hacia su portería, cuando al equipo rojiblanco le dio por acelerar por fin una transición para que Nahuel pusiera una golosina desde la derecha y Sorloth hiciera los honores cabeceando picado y a contrapié de Soria. Los cambios. Simeone, que algo sabe, había tirado de argentino y noruego entre otros para buscar y encontrar por fin la undécima consecutiva. La que dejaba a su equipo colíder tras la derrota del Barça. Ahora que ya se anima (en el estadio), el Atlético se sigue animando.
Bordalás, muy en su papel, estuvo a punto de ser el Ebenezer Scrooge de la Navidad rojiblanca. Su alineación era una declaración de intenciones, pero, eso sí, sorprendió con la posición de Djené incrustado en el centro del campo para descartar la línea de tres atrás. Ni siquiera el togolés se desempeñaba como mediocentro defensivo al uso, porque, según el camino que tratara de seguir el rival en su salida, se encargaba de la presión ganando metros. Era lo del Getafe algo parecido a un 4-5-1, con Álvaro buscándose la vida arriba. Simeone por su parte había repetido el once al que ya se aprecieron síntomas de fatiga el miércoles en la Champions. Acumulación de esfuerzos, se llama la figura.
El Getafe jugó a que no se jugara, cierto, pero el Atlético no supo jugar a que se jugara. El equipo azulón llenó el campo de minas, el rojiblanco no encontró zapadores al efecto. Sin la pelota se manejaba de forma premiosa, esperando en campo propio y sin apretar, lo que permitía posesiones largas del rival que eran inocuas, sí, pero con las que iba pasando el tiempo, que era de lo que se trataba. Con la pelota hallaba las bandas cegadas y a sus delanteros desconectados, impreciso Griezmann, superado Julián, lo que convertía el discurrir hacia la portería de Soria en un tapón permanente.
Con todo pueden contarse cinco ocasiones locales en un primer acto que duró 47 minutos pero pudo durar unos cuantos más a poco que Soto Grado hubiera tenido ganas de trabajar. Varias se generaron desde el criterio que ofrece De Paul o desde la inquietud con la que juega Giuliano, varias toparon con la impericia de Lino cara a puerta. Ganaba el brasileño la espalda de Nyom en la única vía de agua que aparentaba el Getafe, pero se mostraba incapaz de enganchar la pelota para la suerte final. Y este tipo de partidos demandan acierto en la resolución a riesgo de que se hagan bola.
El propio Nyom había rematado de cabeza a las manos de Oblak un saque de esquina concedido por el Atlético en una de las escasas excursiones visitantes hacia dominios rivales, lo que se consigna aquí por aquello de que la estadística de remates entre los tres palos dejaba de estar vacía desde ese momento. Y no sólo eso, sino que igualaba la del rival, que en ese primer acto apenas probó a Soria con un disparo sin chispa de Julián. Lo demás se marchó desviado.
Simeone probó suerte con Sorloth primero y con Correa después (incluido en doble cambio con Nahuel), lo que por unos minutos tuvo al Atlético jugando con sus cuatro puntas. Pero momentáneamente le sentaron mejor al Getafe las apariciones de Sola y Uche, de manera que tuvo incluso las dos oportunidades antes citadas, la involuntaria de Giménez, la de Uche de cabeza. El Cholo decidió sustituir a Griezmann en el cuarto movimiento, nadie es imprescindible ya, y fue poco después cuando encontró un gol que era un tesoro y que tocó defender después. Milla, notable toda la tarde, echó fuera la última, una falta que había inventado el inefable Soto Grado, y fue ahí cuando por fin se dio a la fiesta el Metropolitano. Y ahora, la visita al Barça. Mucho ánimo para todos.
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