- Estadísticas Así vivimos el Celta-Real Madrid
El Madrid inició una de esas semanas clave en la temporada imponiéndose en Balaídos, como es costumbre, y lo hizo apelando a sus leyes más antiguas: un portero que salva dos goles, dos delanteros que aciertan la única que tienen y un futbolista clarividente para encontrar la salida a un partido enredado. Luka Modric, el más veterano en vestir la camiseta blanca, encontró la rendija para poner el triunfo en las botas de Vinicius, determinante. El croata es eterno. Su sabiduría permitió encontrar la debilidad a un Celta irable, que tuvo más fútbol y mejores ocasiones que su adversario pese a no contar con su mejor jugador, Aspas, y acabar repleto de canteranos. Giráldez los pone. Y juegan que da gusto verlos.
Dijo Ancelotti que veía fino a Mbappé y no se equivocaba. Le faltó, tal vez, celebrar el retorno de Thibaut Courtois, que inauguró el partido de Balaídos sacando un mano a mano ante Williot Swedberg. Fue en una salida modélica, con el Madrid volcado en ataque, con pase largo de Beltrán a la caída de Iglesias a izquierda que el ariete tocó de primeras, dejando solo ante el portero al sueco. Que no lo hizo mal. Pero buscó el tiro bajo y colocado, a lo Grealish, y el meta madridista sacó con los tacos como en aquella noche memorable. Una parada de valor gol.
Salvada la situación, el Madrid desveló un plan llamativo. Del 4-4-2 con interiores sin balón se colocó, con la pelota, con tres centrales y carrileros. Esa situación favoreció a Tchouaméni, que evitó las situaciones de recibir y girarse que tanto le cuestan, pero penalizó a los hipotéticos interiores, Bellingham y Camavinga, sin ese espacio que tanto necesitan para arrancar y brillar. Es cierto que dominó casi todo el primer tiempo, pero no tuvo la profundidad deseada. Porque a Fran le taponó Vinicius y porque Lucas estuvo bien sujeto por Hugo Álvarez y Marcos Alonso, acertados.
El Celta planteó el partido como es norma desde que Giráldez está al mando. Sin complejos, jugando con descaro, con los chicos criados en A Madroa que tan bien conoce. Es obvio que echó de menos a Iago Aspas, pero da gusto ver a los celestes tocar y salir con sentido. Cosas del fútbol, si Fran Beltrán activó la ocasión inicial con su pase largo a Borja, que está de dulce, el madrileño fue quien no atinó en su pase de primeras que interceptó Camavinga. La bola cayó a los pies de Mbappé que controló, levantó la ceja y golpeó desde 30 metros a la escuadra. Esa calidad es incontrolable.
Al ensayo de Ancelotti le faltó fluidez en el juego, esa que insinuó ante le Villarreal. Al Celta le anularon un gol por fuera de juego claro de Borja, pero dominó el Madrid y pudo sentenciar. La tuvo Vinicius, que se deshizo de Manquillo y buscó el remate al primer palo, con Bellingham entrando solo en el segundo. Se agarró tal cabreo el inglés que pensó: La próxima me la fumo yo. Así lo hizo nada más arrancar el segundo tiempo, tras zafarse de Marcos Alonso y quebrar a Beltrán. Remató cruzado, fuera. Parecía tener el asunto bajo control el Madrid, pero nada de eso.
Puede atribuirse el empate al acierto del Celta, que tejió una jugada primorosa. Descargó Bamba a la entrada de Mingueza por derecha, el falso lateral puso un caramelo y Swedberg colocó con suavidad. También tiene parte de responsabilidad el pésimo balance madridista, que se descompensó en banda y permitió entrar solo a Williot, indetectable para medios y zagueros. Tal desorden obligó a intervenir a Ancelotti ante la evidencia de no tener último pase. Así que metió a Modric en el campo junto a Rodrygo. Acertó en la corrección, porque el croata divisó el panorama y puso el balón al punto exacto donde se desmarcaba Vinicius. 1-2.
La reacción del Celta fue emocionante. Pudo igualar Bamba en un error defensivo del Madrid, otra vez salvado por Courtois con un pie prodigioso. Entraron Alfon, Javi Rodríguez, Durán y Damián junto a Douvikas, cuatro canteranos para tocar y tocar, buscando el empate. Ancelotti metió a Mendy por Fran, más defensivo, y a Ceballos por Mbappé. Queda clara la intención. Mingueza probó en dos acciones individuales espléndidas, sin suerte en el último toque por milímetros. Pero la gran opción la tuvo Douvikas en una contra modélica del Celta, ya en el 92', activada por Sotelo. Al griego se le fue también por nada y menos. Allí se consumó otra derrota inmerecida del Celta. Como ante el Atlético o frente al Villarreal. Partidos que pierden en el marcador pero que ganan en el corazón de su hinchada. No es extraño que se celebre la renovación del entrenador más que un triunfo liguero. En Vigo juega un gran equipo de fútbol.
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