Tiene cierta lógica que la Real marcara apenas un minuto después de que abandonara la cancha un exhausto Griezmann, que por momentos pareció tener el don de la ubicuidad. Lo mismo organizaba una contra en un sector que barría la pelota en el otro, atacando y defendiendo hasta que Simeone le concedió un respiro que, visto con perspectiva, se antoja fatal para el Atlético. Tampoco parece que el galo hubiera podido intervenir en la acción inmediata del empate, De Paul perdiendo una pelota absurda, Sucic dibujando una parábola maravillosa, pero el caso es que ya no estaba allí. Lo dicho: lógica.
La 'boutade' del argentino, que definitivamente juega cuando le apetece, destrozó lo que había sido un ejercicio solidario de sus compañeros para castigo excesivo de una Real que no anda fina, y menos en casa, pero que tampoco merecía tanto castigo como el que arrastraba desde el arranque. Aún tuvo el segundo Kubo en un tramo final horroroso del equipo visitante, con algún futbolista más pendiente ya de hacer gestos que de volver a su posición cuando se extraviaba otra vez el balón. Que vuelva De Paul, podría pensarse no sin razón.
Mucho antes de todo eso, el equipo que sale a verlas venir había marcado antes de que el reloj marcara un minuto de juego. Y el gol hace bueno el zurdazo de Julián, pero también el pase largo de Javi Galán y, sobre todo, la doble delicia de Grizi en el control y en la asistencia de tacón. El argentino aún buscó puerta poco después sin encontrarla, lance que se consigna porque a partir de ahí el Atlético se refugió en los cuarteles de otoño, dispuesto a conservar el botín a partir de una consistencia defensiva que no consiente errores individuales como el reseñado ya.
La Real acusó el golpe y durante un buen tramo del primer acto no encontró el modo de meter cuchara en el 5-4-1 de Simeone. La circulación era potable, pero insuficiente para romper líneas, de modo que las primeras acciones a mayor gloria de Oblak llegaron a balón parado o desde lejos. En el primer caso, un saque de esquina provocó doble intervención del esloveno tras remates de Zubimendi y Aguerd; en el segundo, precisamente el marroquí era con poco más de 20 minutos disputados el único defensa local que no había probado suerte a distancia. Tan significativo como escasamente peligroso.
El Atlético iba perdiendo metros, faltaría más, y cuando ya se jugaba en el balcón tuvo que sufrir a Kubo, al que nunca le sobraba un quiebro para descolocar a la zaga antes de buscar por fin portería. Por ese lado se manejaban Lenglet y Galán, con Gallagher y Griezmann a las ayudas, pero el japonés se las iba apañando sin que eso sirviera, en todo caso, para alterar antes del descanso el estado de las cosas marcado desde aquel lejano primer minuto. El central francés, por cierto, no tiene a la pelota por enemiga. Y eso ya supone un salto cualitativo si alcanza un estado físico que le permita competir. Para empezar, 90 minutazos.
Imanol no quiso esperar y tiró para el segundo acto de Brais, retirando del campo a Javi López y cambiando la posición de Sergio Gómez. El arranque realista fue aparente, forzando faltas cercanas al área, pero fueron pasando los minutos y de hecho el Atlético halló por fin una contra con la que Nahuel estuvo a punto de tener premio. Como Oyarzabal poco después, que cuando se disponía a pegarla desde cerca topó con que la punteaba Galán. Hubo cambios, pero apenas la mitad de los que pueden hacerse (de hecho Oskarsson iba a salir pero el empate cambió los planes), y aquello fue declinando hasta que entre De Paul y Sucic la organizaron. Así que empate y, en lo que a la clasificación respecta, todos tan descontentos.
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