El tercer gol es el que habilita a Simeone para los cambios cuando tiene la idea de oxigenar a ciertos jugadores de cara a batallas posteriores. Cuando prescinde, en fin, del partido a partido. La cuestión es que desde que comenzó el campeonato el Atlético andaba con problemas para hacer el primero, no digamos el segundo, de manera que nunca había llegado ese tercero. Esta vez llegó... cuando aún faltaba una hora por jugarse. A veces tan poco, a veces tanto. El partido de las diez estaba liquidado a las diez y media, en fin, con nocturnidad y alevosía. La primera la había puesto la propia Liga, de la segunda se encargó el equipo local. El Cholo tuvo que gastar el primer relevo por las molestias musculares de Giménez, de largo la peor noticia de la jornada en clave rojiblanca, pero después sacó del escenario a Griezmann y Costa, consciente de que el sábado hay función en el Bernabéu. Lo que había que hacer, hecho estaba ya.

Carlos Isaac no es el primer lateral derecho del Atlético B. Ni el segundo. De hecho no ha jugado un solo minuto con el filial en lo que va de campaña, porque son Ricard y Solano los que se los reparten en ese puesto. Resulta difícil por ahí sostener la presencia del canterano en el once, pero resulta que Simeone le tiene cierta fe. Lo puso la pasada campaña y el equipo ganó, lo puso ésta y el equipo ganó. El carrilero se llevó por delante a Luisinho en la primera pelota aérea del partido, para demostrar que por insolencia no iba a quedar... y que al Huesca ni le iba ni le venía lo del Wanda. Mal lo pasará el equipo de Leo Franco si no tapa sus vías de agua, a saber: el mencionado Luisinho y Semedo, otro que tal, contemplaron desde primera fila cómo Correa filtraba un servicio para Diego Costa superado el cuarto de hora. La mala racha del 19 pedía que la reventara ahí, pero resulta que es futbolista antes que delantero: Griezmann agradeció la asistencia del muchacho.
Otros 15 minutos hubo que esperar, aunque el partido era un monólogo, para que llegara el segundo: Thomas controló la pelota y, quizás porque el ghanés andaba lejos de la portería, del área incluso, Melero no tuvo prisa alguna por tapar un disparo que buscó raso el poste, inalcanzable para Werner. Precisamente el argentino salió malparado de la tercera diana, apenas festejada la segunda: lo que Koke quería era ponérsela a Correa y lo que Correa quería era tocarla, pero como no sucedió lo segundo resulta que, despistado completamente el meta, lo primero terminó en gol. El muchacho es propiedad del Atlético, conviene recordarlo, y anda de prestado comprobando que no es lo mismo tener por delante una zaga que otra. La que tenía el pasado curso que la que tiene ahora, por aclararnos definitivamente.
El Atlético tenía liquidado el partido mucho antes de que llegara el descanso, situación que agradece el personal del Metropolitano aunque sea de vez en cuando. Giménez era el que había permitido, tapando huecos, las correrías de Isaac hasta ese momento, pero cuando notó daño muscular dio paso a Lucas, de modo que Godín se desplazó al lado derecho del eje y el partido se siguió jugando cuesta abajo. Como si nada. El nefasto primer acto visitante finalizó con un viaje de Semedo para ganarse tarjeta amarilla. Se lo llevó precisamente Isaac, que estaba en casi todas.
Se ve que, más allá de que el resultado fuera una montaña ya, Leo reclamó en el entreacto la intensidad imprescindible para la máxima categoría. Sacó del litigio al Cucho, además, para blindar acaso el mediocampo. Hubo en todo caso quien entendió el mensaje como que más vale que sobre que no que falte, de modo que el Huesca del segundo acto ya fue otra cosa, mucho más desagradable para el rival. Si había que rascar, se rascaba. Simeone optó por introducir a Kalinic y Gelson sacando a sus puntas del pasto, entre otras cosas porque cuando un partido se pone así uno no sabe qué puede pasar con Costa, y el tiempo discurrió con poco que llevarse a la boca, pero sin que la escuadra oscense tuviera que lamentar males mayores. Al Atlético tanto le daba, que el botín ya se había puesto a buen recaudo. El tiempo hay que aprovecharlo, sobre todo cuando se hace tarde.