FUTBOL
Fútbol
La opinión de Palomar

Beenhakker, el arquitecto de La Quinta

Beenhakker, dirigiendo un entrenamiento en la vieja Ciudad Deportiva
Beenhakker, dirigiendo un entrenamiento en la vieja Ciudad Deportiva
Actualizado

Leo Beenhakker fue el auténtico arquitecto de la Quinta del Buitre. Supo recoger el legado de Amancio Amaro, que les pulió en el Castilla, y de Di Stéfano, que tuvo el arrojo de poner a los chicos. El holandés sacó su máximo potencial durante aquellos tres años en los que ganó los títulos de liga consecutivamente y convirtió al Real Madrid en un claro aspirante a la Copa de Europa. Se topó en su camino con el PSV y el Milan. Tras el 5-0 de San Siro, ofreció su cabeza y decidió dejar el club a final de temporada. No tenía un apego insano al cargo sino la mentalidad práctica del típico holandés y toneladas de dignidad: "Vengo de un país de trabajadores", solía decir, "hemos hecho nuestra tierra ganando terreno al mar. Eso no lo hace todo el mundo", presumía Leo.

Su revolución, en paralelo con las condiciones que tenían los de la Quinta, fue llevar a otro nivel al fútbol español gracias al buen trato por el balón y el buen gusto por el juego.

Sus entrenamientos eran un espectáculo, con un protagonismo absoluto de la pelota. Introdujo el rondo como elemento obligatorio, aunque Cruyff se llevaría la fama en el Dream Team en los años posteriores. Pero Beenhakker ya importó cosas de la escuela holandesa en el Real Madrid, procedente de un Zaragoza que, bajo su mando, jugó primorosamente bien.

Introdujo novedades como los entrenamientos voluntarios con una sorpresa: prácticamente no faltaba nadie. Entre otras cosas porque Leo organizaba unos torneos, en espacio reducido, que eran un campus de fútbol de alta escuela. Camacho no podía aguantarse. Daban unas cuantas vueltas corriendo, de calentamiento, y al llegar a la altura de Beenhakker, siempre hacía el mismo ruego: "Míster, reparta los petos ya, por Dios". Así una vuelta tras otra.

Dos equipos jugaban, mientras uno esperaba fuera, estirando o haciendo ejercicios. El primero que llegara a dos goles, ganaba. El partido podía durar un minuto o quince. Se retiraban los derrotados y entraban los siguientes. Los torneos eran a muerte. Sin parar. En aquellos partidos, con el periodismo de testigo, en la grada, se vieron acciones asombrosas, de un purismo futbolístico indescriptible. Desde el vestuario, se llamaba a La Fuentona, un bar cercano a la vieja Ciudad Deportiva, para que les llevaran el aperitivo. Pagaba el colista.

Leo innovó también con las pretemporadas en Holanda. Buenas instalaciones, buena temperatura y equipos asequibles como rivales para empezar a rodarse. Le gustaba hacer de anfitrión y se preocupaba hasta de que los periodistas estuvieran bien atendidos. Al querido colega de As, Sotillo Oñoro, que odiaba el queso, le hizo una tarjeta, de su puño y letra, para que pudiera exhibirla en los restaurantes: "Zonder Kaas, alstublieft" (sin queso, por favor).

El técnico cuidaba los detalles. En el fútbol español hubo un tiempo en el que, tras hacer los cambios, el resto de suplentes tenían que irse al vestuario. Beenkakker siempre fue beligerante con la norma de hecho y de palabra: "Hay veces que no hago el último cambio por respeto a los jugadores del banquillo. Me da vergüenza que alguien como Santillana se tenga que ir al vestuario".

Conectó desde el primer momento con la filosofía del club y con la apabullante figura de Ramón Mendoza, a quien permitía irrumpir en el césped en algunas visitas que el presidente hacía en los entrenamientos.

Precisamente su cercanía con Mendoza le hizo dar un paso en falso. Con Antic de entrenador, Beenhakker aceptó ser dirtector deportivo. Mendoza cesó a Antic en cuanto pudo y sin razón y Beenhakker cogió el banquillo. Fue él quien estuvo en la primera liga perdida en Tenerife.

Al día siguiente, domingo, el sabueso Alonso Castilla, un gigante del periodismo, y este pobre redactor nos presentamos en casa de Beenhakker para buscar un testimonio. Abrió su mujer y nos limpió con elegancia. "Hoy es el día del Señor y Leo no trabaja". Al fondo, en albornoz, cerca de la piscina, un abatido Beenhakker leía los periódicos de su día más nefasto en el Real Madrid.

Nos ha dejado un gran entrenador, un hombre íntegro y un gran madridista.

Fútbol Ni contigo ni sin ti, Lucas Vázquez
Fútbol Imanol conoce bien el camino
Fútbol Se le ponen muchos peros... pero ahí está

Comentarios

Danos tu opinión