Las niñas sólo queríamos jugar al fútbol... y tener derecho a soñar. Como hacían ellos. Soñar con un partido en el patio del colegio sin que nadie nos vetara, con ser la mejor en la panchanga de la calle, con jugar en el equipo del barrio o en la liga del distrito... y con poder ganar algún día un Mundial.
Porque, como decía Irene Paredes, muchas niñas crecimos pensando que el fútbol no era nuestro lugar, que estábamos abocadas a seguirlo por la tele, a jugar casi a hurtadillas con una pared como rival para públicamente dedicarnos a deportes 'más femeninos'.
Pero gracias al tesón, el carácter, la constancia, el trabajo y la lucha de muchas mujeres -y algunos hombres- que no se rindieron, hoy España es campeona del mundo de fútbol. Las lágrimas de frustración y rabia de antaño, por sueños que parecían inalcanzables, hoy son de alegría y emoción por un título inconcebible hasta hace bien poco.
Estas futbolistas han derribado cimientos rancios y arcaicos que aún quedaban en torno al fútbol femenino para construir ilusiones, sueños e igualdad
Y el verdadero éxito, el que dejará un poso de dimensiones ahora desconocidas, no es sólo haber ganado el Mundial, que también. Estas mujeres han sacado a las calles a miles de aficionados. Estas futbolistas han derribado cimientos rancios y arcaicos que aún quedaban en torno al fútbol femenino ("no sabéis jugar", "parecéis marimachos", "las niñas no juegan al fútbol") para construir ilusiones, sueños e igualdad. Y aún queda, pero con ellas se ha dado un paso de gigante. Porque ahora las niñas ya no se esconden y en las plazas juegan a ser Alexia Putellas, Jenni Hermoso, Salma Paralluelo o Irene Paredes... Ahora tienen derecho a soñar.