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Alegría para todos menos para Alegría

El Gobierno, en su politización permanente del fútbol, confiaba en la condena a Louzán: una vez absuelto éste, debería sumarse al espíritu constructivo del resto del Deporte Rey

El Tribunal Supremo ha acordado anular la condena por prevaricación impuesta a Rafael LouzánEP
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Los cinco jueces de la Sala de lo penal del Tribunal Supremo, por unanimidad, han absuelto a Rafael Louzán de la condena por prevaricaciónque pesaba sobre él. Esta resolución trascendental para el fútbol español cierra una engorrosa puerta del pasado y abre una oxigenante ventana hacia el futuro. 

La Federación Española, tras casi dos años de incesante tormenta, por fin tiene al frente a un presidente absolutamente legitimado, que cuenta con el apoyo de todos los sectores del Deporte Rey, y cuya misión principal ahora es sacar a la institución del escenario de provisionalidad e inestabilidad reinante desde el esperpéntico episodio del ‘beso de Sidney’. Louzán, que en muy poco tiempo ha avanzado mucho en la normalización y pacificación estructural de nuestro fútbol, tiene ya plenas potestades para continuar por su senda de modernización de la RFEF.

El presidente de la Federación se emocionó al conocer la sentencia absolutoria. Lógico. Durante varios meses ha soportado una presión atroz, principalmente procedente del Gobierno. La propia ministra Pilar Alegría, en un alarde de intromisión e intervencionismo nunca visto (y ferozmente criticado en privado por numerosos presidentes de otras Federaciones) ya hablaba de próximas elecciones. 

Sus medios afines, los portavoces de la portavoz, daban por hecho que el Supremo ratificaría la condena. Y ya estaba todo listo para que el Consejo Superior de Deportes apretara el botón y aplicara el artículo 60.6 de la Ley del Deporte (“los condenados por sentencia firme deberán abandonar el cargo de forma inmediata”) con el que deseaban fulminar a Louzán. Alegría (y los suyos) no habrán mostrado nada de alegría al Conocer el fallo.

De haber sido inculpatorio, a Louzán le quedaban varias vías para no haber tenido que renunciar al ‘sillón de Las Rozas’. Los hechos juzgados eran anteriores a la actual Ley del Deporte y, por otro lado, la presidencia de la RFEF no es un cargo público. Pero no ha tenido que recurrir a ninguna de estas justificaciones. Ha quedado refrendado para seguir desarrollando su trabajo con normalidad, lo cual es una buena noticia para el fútbol.

Lo que ahora todo el mundo espera es que cese la indisimulada politización que este Gobierno está llevando a cabo en el fútbol, la gran locomotora de la industria deportiva de nuestro país. Desde el ‘compadreo’ inicial del presidente Pedro Sánchez con Luis Rubiales (una conexión de la que se jactaba este último y que fue inmediatamente ‘borrada de los libros de historia’ tras el beso); pasando por la ineficaz ‘autoproclamación’ como salvador del fútbol ejercida por el anterior presidente del CSD Víctor Francos; siguiendo por el escalofriante golpe a Pedro Rocha, ya con Rodríguez Uribes como secretario de Estado, por el inconcebible y surrealista delito de haber colaborado con el CSD; continuando con el apoyo a una candidatura alternativa con gente afín al PSOE; y acabando con la oposición frontal de la Ministra Alegría al presidente electo Louzán, con su pertenencia al PP como trasfondo; el barro político estaba siendo demasiado evidente.

Jamás la ideología política de los dirigentes futbolísticos había sido motivo de debate. Ahora tristemente lo es. Como siempre se indica desde FIFA, ‘los asuntos del fútbol los tiene que resolver el fútbol, que son los que saben’. No los políticos.

Ahora sí hay que exigirle a Louzán que conduzca con buena mano, con una gestión profesional, moderna y transparente, una Federación muy importante dentro y fuera de nuestras fronteras. Que renueve estructuras, que agite el árbol, que impulse la adecuación de las Territoriales a estos nuevos tiempos. En definitiva, que construya una RFEF sólida, solvente y de vanguardia. De momento ya decidió rodearse de todas las ‘familias’ del fútbol en ese empeño. La Junta directiva, con una composición plural, diversa, renovada y paritaria evidencia un nítido mensaje de paz, colaboración y nuevos tiempos.

Es seguro que llegarán problemas y conflictos, algo consustancial al gobierno de cualquier organización tan amplia, pero cabe contar con la buena predisposición y el espíritu constructivo de todas las partes para ir resolviéndolos y no impedir el crecimiento.

Y con este mismo ánimo debería sumarse el Gobierno. Una vez legitimado Louzán, y si la vocación sincera es la de ayudar al engrandecimiento de nuestro fútbol, todo el engranaje del Estado debería servir de acelerador, no de freno. Que, además, tenemos un Mundial a la vista. Muy descuidado hasta ahora, por cierto, entre tanto terremoto.

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