Cuando Miralem Pjanic nació (2-4-1990) la ciudad en la que llegó al mundo preparaba el camino al horror. Tuzla era la única en la que las fuerzas nacionalistas serbias no tenían el poder. Su nombre quedó ligado a masacres y éxodos de miles de familias bosnias. Entre ellas, la de Pjanic, que acabó refugiada en Luxemburgo.
En ese país de tan poco apego al fútbol comenzó a forjarse un talento. Su primer equipo fue el Schifflange. Pero al otro lado de la frontera sa, alguien avisó al Metz de que el Luxemburgo había un chico que merecía la pena. Con 14 años entró en la academia de Les Grenats. El 17 de agosto de 2007 debutaba en la Ligue 1. El rival era el PSG (0-0) y el entrenador que le dio paso, Francis de Taddeo.
Una temporada, a pesar del descenso de su equipo, bastó para que los grandes revolotearan sobre un centrocampista capaz de jugar en toda las zonas de medio campo. A lo largo de su carrera ha ocupado todas las posiciones en esa parte del campo: medio centro puro, con otro pivote más defensivo al lado, interior, por derecha, por izquierda, más o menos cercano al área...
El gol que eliminó al Madrid
El primer grande que se lo llevó fue el Lyon. Con esa camiseta eliminó al Madrid de la Champions con 2010. Suyo fue el gol en el Bernabéu que sentenció a los de Pellegrini. Una acción de llegador resuelta con calidad en el área. Ya llevaba el dorsal 8 del Olympique, el que heredó de un jugador del que aprendió muchas cosas: Juninho Pernambucano.
Porque entre las muchas virtudes que posee Pjanic está la de ser uno de los mejores lanzadores de falta del mundo. No podía tener mejor maestro que el brasileño. Solo Messi y Cristiano suman más libres directos marcados que él en la elite europea.
Cuando Francia se le quedó pequeña, aunque ya hubiera pasado la época gloriosa del Lyon, saltó a Italia. Primero la Roma, luego la Juventus. Allí se convirtió en el centrocampista más completo de la Serie A, el heredero de Pirlo en Turín. El jugador sobre el que Allegri construyó la idea que llevó a la Veccha Signora a jugar la final de la Champions de 2017. "Pjanic es un jugador muy importante. Tiene calidad técnica, nos da muchas soluciones en las acciones a balón parado. Sube y mejora el nivel de mis otros centrocampistas. La Juventus es un equipo difícil de mejorar y él es uno de los que pueden hacerlo", explicaba Allegri después de que la Juve pagara 32 millones de euros a la Roma por el bosnio.
Ese verano, cuando la Juve planificó la temporada, Allegri explicó a los dirigentes del club el valor táctico de la inversión: "Es un jugador que puede ocupar varias posiciones. Puede jugar como centrocampista delante de la defensa, puede jugar de interior y también detrás de los delanteros".
Ahora, después de ganar el Scudetto tres veces y tener cerca el cuarto, su destino es Barcelona. Su desafío será hacer volver a jugar a un equipo en el que su estilo encaja como anillo al dedo con la filosofía de la mejor época azulgrana. El reto no es pequeño para un jugador sobre el que también hay sombras. Las que ha dejado esta campaña con un claro descenso en su aportación al juego de la Juve en todas las facetas, las cuantificables (goles, pases buenos...) como las que no (decisiones para lanzar la presión correcta, capacidad de ayudas...). En Barcelona debe demostrar que fue algo puntual y no la curva descendente de quien ya hado lo mejor que tiene.