Con el Al Hilal haciendo temblar el mercado tras su demostración de fuerza con el fichaje para su banquillo de un Simone Inzaghi convertido en subcampeón de la Champions (percibirá 26 millones en cada una de sus dos temporadas), no son pocos los agentes que tratan de encontrar negocio ofreciendo a los gigantes árabes a las estrellas europeas como intermediarios. Sin embargo, los que se han dirigido a la Liga de Fútbol Profesional para conocer la situación de algunos de los rojiblancos más interesantes se han encontrado con un muro insalvable: además de la de Julián Alvarez, existe otra cláusula de rescisión de 500 millones, la de Pablo Barrios. Una señal inequívoca de que el Atlético sigue adelante con su plan de construir un proyecto de futuro ilusionante, competitivo y duradero.
No cabe duda de que la llegada de Julián Alvarez el pasado verano para heredar el trono de Griezmann y convertirse en el jugador franquicia del Atlético hasta, al menos, el próximo lustro fue el primer paso. También el fichaje de un central campeón de Europa como Le Normand para cinco temporadas o de un Sorloth que, pese a tratarse de un futbolista más de presente, también servía para elevar el nivel competitivo tras haber peleado el curso anterior por el Pichichi. Sin embargo, el plan de rodear a la Araña de jugadores jóvenes y de nivel debía tener continuidad en mercados sucesivos.
Por ahí se explica que Baena y Johnny Cardoso, de 23 años ambos y con un porvenir sin techo como se desprende de sus pasos por Villarreal y Betis, serán dos de los que estampen su firma con los del Metropolitano este verano (una vez que los tira y afloja que el Atlético mantiene con sus clubes cristalice en sendos acuerdos para su traspaso) por cinco temporadas, garantizando el futuro. Y por ahí se entiende también el otro gran fichaje ya cerrado en forma de renovación, el de Barrios.
Una joya para toda la vida
Tal y como había detallado MARCA el pasado 25 de diciembre, la hoja de ruta del Atlético antes de que Carlos Bucero afrontara este mercado estival pasaba por cerrar una renovación que debía reconocer a Barrios como el otro gran jugador franquicia al margen de Julián. Pese a que la joya de la cantera ya había sido convenientemente blindada tras su irrupción en el primer equipo con un contrato hasta 2028 y una cláusula de rescisión de 120 millones, la idea era convertirlo en el otro gran estandarte del futuro.
Convencidos, en este caso, de que no se puede imaginar mejor heredero para recoger el legado del mismísimo Koke, en el Atlético no se titubearía a la hora de valorar a Barrios como un futbolista que, de militar en otro club o no haber nacido en Moratalaz, sería inalcanzable para sus posibilidades. Sin olvidar que, a sus 21 años y tras únicamente dos temporadas y media desde que Simeone le diera la alternativa, le aguarda una década como faro rojiblanco (en los duelos frente a Barcelona y Real Madrid en los que se decidieron los títulos de esta temporada fue el que se mantuvo más entero) y de una selección en la que ya ha asomado. De ahí el afán por igualar su contrato al de Julián, tanto en su duración (son los dos únicos comprometidos hasta 2030) como en el precio de salida: 500 millones que demuestran su condición de intocables... y de pilares sobre los que se cimenta el futuro.
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