- Resumen y clasificación Así te contamos la clásica
Roubaix volvió a inclinarse ante el emperador del pavé. Mathieu van der Poel agrandó su leyenda en el velódromo más emblemático del ciclismo al conquistar, por tercer año consecutivo, la durísima París-Roubaix. El neerlandés, invencible entre el barro y el polvo, rubricó una actuación memorable en una edición marcada por los errores ajenos, en especial el de Tadej Pogacar, que se fue al suelo tras una curva a 36 kilómetros de la meta. El esloveno, que compartía escapada con el líder del Alpecin-Deceuninck, vio cómo se esfumaban sus opciones por culpa de una moto que condicionó su trazada. Así, Van der Poel volvió a hacer suyo el Infierno del Norte en una jornada repleta de emoción, épica y dramatismo.
El trono sigue ocupado
Desde el banderazo inicial, la carrera se disputó con máxima intensidad. Pogacar, debutante en la clásica, dejó claro que venía dispuesto a todo. Endureció el ritmo desde lejos, tratando de seleccionar la carrera a base de fuerza y ambición. Pero la suerte no estuvo de su lado. Una caída en el sector de Pont-Thibault à Ennevelin, a 38 km de la meta, le desestabilizó justo cuando el pulso con Van der Poel vivía su momento álgido. El neerlandés, siempre calculador, olió la sangre y lanzó su ataque definitivo. Abrió hueco... y nunca más miró atrás.
Antes de que todo estallase, se vivieron escenas de gran ciclismo: el español Oier Lazkano brillando en la fuga del día, múltiples incidentes que mermaron a favoritos como Philipsen, Van Aert o Ganna, y un duelo titánico entre los dos grandes protagonistas de la temporada. Pogacar y Van der Poel se quedaron solos en cabeza, tras un esfuerzo conjunto en el que incluso llegó a estar implicado brevemente Philipsen, escudero del neerlandés. Cuando parecía que el del UAE se había librado del Alpecin, se produjo el incidente clave. Una curva mal trazada, una moto mal situada... y una caída que rompió el sueño. Aunque Pogacar intentó hacerse 'un Strade', una remontada heroica al estilo de Strade Bianche, el destino ya estaba escrito. Ni siquiera un pinchazo de Van der Poel a 15 kilómetros del final puso en peligro su victoria.
Un capítulo más en la gran rivalidad
París-Roubaix volvió a demostrar por qué es la carrera más salvaje del ciclismo. La edición de 2025 será recordada por la consagración definitiva de Van der Poel, al que volvieron a tirar un bidón en plena carrera, como el gran dominador de los adoquines. Pogacar, pese al infortunio, dejó claro que su ambición no conoce límites: su valentía y tenacidad fueron dignas de un campeón. Pedersen cerró el podio.
El duelo entre ambos, con ocho Monumentos por cabeza, se ha convertido en una de las grandes narrativas de este deporte. Dos formas de entender el ciclismo: la clase y versatilidad del esloveno frente a la potencia demoledora del neerlandés.
En esta batalla de estilos, la historia sigue escribiéndose cada semana. Pogacar aún tiene cuentas pendientes con los adoquines y con Sanremo si quiere completar su colección de Monumentos. Mientras tanto, Van der Poel sigue ampliando su legado como el mejor clasicómano de la era moderna. Y el Infierno del Norte, como no podía ser de otra manera, vuelve a tener dueño.
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