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Los saltadores no salían de su asombro cuando llegaron al estadio. Y es que, a bote pronto, no eran capaces de ver dónde se situaban los fosos en los que debían volar en este Europeo de Roma. Desde luego, en la pista no había rastro de ellos, ni dentro ni fuera del anillo que dibuja el tartán, con sus impolutas nueve calles azules...
Hizo falta rebuscar con la mirada para percatarse de que los fosos estaban en una grada. Literalmente en una grada. En este caso, en la parte baja de la tribuna pegada a la contrarrecta. Dos calles para la carrera de aproximación y cuatro fosos de arena, para elegir en cada caso el más adecuado según sople el viento, algo que sí es habitual. Lo otro, lo de situar los fosos en plena grada, sí que es insólito.
Hasta tal punto que los saltadores afrontaron la calificación del triple femenino y la longitud masculina con ciertos reparos. Primero por saber si la calle de aproximación era lo suficientemente larga y luego por comprobar hasta qué punto el suelo era firme.
Con lo primero no hubo finalmente problema alguno pero parece claro que la pista rebota, y mucho, cuando llega el momento de la batida. Quizás por eso se vieron buenas marcas en ambas calificaciones. En el triple femenino hubo hasta ocho atletas por encima de los 14 metros y en la longitud masculina, hasta nueve por encima de los ocho.
Tocará esperar a las finales para ver si el efecto rebote sigue condicionando la distancia que alcanza los saltos pero lo que no ite duda es que Roma ha innovado con unos fosos por encima del tartán.
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