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Hay cosas por las que nadie se pregunta el porqu, que se dan por buenas al ser parte de un uso o costumbre que las legitima. En la plaza de toros de Granada hace tiempo que se otorg a David Fandila ‘El Fandi’ la llave maestra de la puerta grande. En su primera aparicin en el Corpus 2010 volvi a abrirla sin que nadie gastara un segundo en razonar un par de motivos que lo justificasen.

El cartel de toreros habra sido suficiente para colgar un cartel de no hay billetes que en estos tiempos pende del bolsillo del aficionado. El coso registr algo ms de media entrada que aparent ms por el bullicio constante y un nuevo eco de charanga al ms puro estilo de los Sanfermines. Los toros apenas dieron para adornar el espectculo y dejaron cualquier mrito de triunfo en la habilidad torera de los diestros.

‘El Fandi’ le cort una oreja a cada uno de sus toros basando sus faenas en su reconocida facilidad en la suerte de banderillas. Demasiado premio, sobre todo la segunda, para quien el tiempo obliga a mostrar algo ms con la muleta en mano. Pero su pblico lo adora. “Eres el orgullo de Gran”, le gritaron desde el tendido. Al que lo juzgue con menos pasin le ofreci pocas novedades.

El diestro granadino repiti planteamiento con sus dos enemigos: recibi de rodillas, banderille de escndalo y floje con la muleta. Al primero lo mat mal, aunque dio ms de s. Al segundo le hundi la espada a la primera tras una faena inspida. Su gente le agradeci su eterna entrega con un triunfo convertido en mxima irrefutable.

Ponce, al natural
La lidia comenz con un Enrique Ponce que se apag en cuanto comprob con el capote que el primer toro tena poco que ofrecer. Cumpli sometindolo al engao. Intent ensearle lo que un toro bravo trae ya aprendido de chiqueros. Al segundo de su lote le encontr el punto desde el principio y se dedic a mimarlo hasta dejarlo a punto para la muleta. Ponce se puso cmodo y encontr al natural un par de tandas excelentes que sacaron lo mejor de su arte. Lo ultim demasiado tarde, recibi un aviso, y perdi la puerta grande con la espada.

Alejandro Talavante dej una impresin desconocida en una plaza que lo espera con ganas cada ao. Pero el sexto toro no le dio para nada. En el primero, tercero de la tarde, se las vio con un enemigo vizco al que arranc una tanda con la derecha a la velocidad de una repeticin de la tele. Se mantuvo quieto y templ ms que ninguno de sus compaeros de cartel. Habra tocado pelo con un buen uso del acero.