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Al final, el rey de la 'autopresin', el personaje ms histrinico del ftbol europeo, rompi a llorar. Era mucha la emocin contenida. Muchos, los aos de espera. Y Mou, que diriga al Inter por ltima vez, salvo vuelco inesperado de los acontecimientos, se transfigur al fin en ser un humano 'indefenso' superado por los acontecimientos.

Lgrimas y abrazos que reflejan a la perfeccin lo que significa la culminacin del trabajo bien hecho, como aquellas lgrimas que recorrieron el rostro de Guardiola tras alzarse con el Mundial de Clubes en Doha hace ahora medio ao.

Mourinho, todo trabajo, machacn hasta la saciedad en busca de una perfeccin que no existe pero que l insiste en conquistar, se 'desnud' frente a las cmaras del mundo entero y reparti carantoas por doquier.

Hubo abrazos hasta para Balotelli, el hijo prdigo del Inter, en una muestra ms de que el portugus es irascible y displicente cuando quiere o le interesa, que viene a ser lo mismo, pero tambin todo corazn cuando se trata de manejar los recursos del vestuario.

Minutos antes, cuando la Copa estaba ya asida con las dos manos, dio entrada a Materazzi, smbolo del interismo ms recalcitrante, y sac del campo a Diego Milito, que se llev la ovacin ms intensa y estimulante de su vida. Gestos de Mou que sus jugadores no olvidan. Por eso es tan querido dentro del vestuario como detestado por sus contrincantes.

Con su hijo a hombros
Pasados unos minutos, cuando ya no haba a quin abrazar, incluido el presidente del Inter Massimo Moratti, un hombre que besa por donde pisa el tcnico luso, y cuando la emocin daba paso a la felicidad, al xtasis que otorga el hecho de tocar el cielo con las manos, Mourinho paseaba por el csped de su futura casa -si todos los rumores son ciertos- con su hijo Jos Jr. a hombros.

Antes, durante el partido, el entrenador luso se mostr ms comedido que otras veces, gesticulando lo justo y hasta celebrando los goles de Milito con una alegra contenida que enlaza perfectamente con la idea del estratega que sabe que las batallas slo se ganan al final.

Hubo, quizs, una sola licencia: un abrazo eterno a Materazzi tras el segundo tanto del 'Prncipe' en el que Mou se despeg del suelo como un cohete. Eso s, segundos despus, el propio Mou peda tranquilidad con las palmas de las manos hacia abajo.

El portugus, con un gesto adusto que presidi su rostro durante toda la contienda, slo encontr respiro en un encontronazo con Robben en la banda que despert la hilaridad de ambos protagonistas.

Eso y un emotivo abrazo a Van Gaal antes del comienzo de la final fue lo ms cerca que estuvo Mou de ser de carne y hueso. El resto de la velada, de esta Champions y de toda su carrera profesional fue un animal de presa con el triunfo como nico acicate. El Madrid lo sabe y por eso le quiere. Parece que no se equivoca, pero en el ftbol, tomen nota, dos ms dos no siempre son cuatro.