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Quien cierra la carrera en la Transalpine no es un participante. Es un miembro de la organizacin conocido como el hombre escoba, un tipo que va al ritmo del ltimo clasificado y que se coloca a un metro detrs de l. Va barriendo el recorrido y quitando las banderitas naranjas y las cintas de plstico que marcan el trazado. Se asegura de que nadie se quede tirado y, en el caso de que algn corredor no pueda ms, se queda con l hasta que llega la asistencia.

Al hombre escoba lo conocemos bien. Lo habamos visto de cerca en un par de etapas. Ayer, no es que lo viramos de cerca: es que hicimos la etapa con l. Se llama Mario, es alemn, tiene la fortaleza de un oso y es un buen tipo. Fue animndome durante el recorrido, advirtindome de que mi ritmo era bueno para pasar los controles y que no me agobiara su presencia. Una de las veces me dijo: "T mandas. Tu ritmo es mi ritmo. Aqu, en carrera, t eres mi jefe. Cada cinco minutos le oa susurrarme: "Sper, sper. You got it" ("Bien, bien. Lo tienes").
ms de 30 abandonos en los ltimos das

Que Josef y yo llegramos los ltimos no significa que seamos unos paquetes. En los ltimos dos das se han retirado treinta y tantas parejas, ms alguna otra que vimos caer ayer. Y, adems, todo tiene su explicacin: la etapa no nos iba porque haba que correr. Y yo, a estas alturas, con ampollas y un esguince que me provoca un dolor insoportable en la tibia izquierda, ya no puedo correr. As que Josef hizo cuentas y traz la estrategia: "Hay que correr los primeros seis kilmetros que son llanos para salvar el primer control, que es el que ms me preocupa. Luego, subimos seis kilmetros a nuestro ritmo y ya vamos viendo”. As lo hicimos. Cubr seis kilmetros corriendo en unos 50 minutos, cuando en condiciones normales me hubiera llevado menos de 30. Pasamos el control con media hora de sobra. Aprovech para que me hicieran un vendaje ms fuerte en la tibia encima del que ya llevaba. El mdico se puso serio: "Maana, antes de la salida, quiero verte".

Lucha contra el dolor y el reloj
Seguimos para arriba. El segundo control lo salvamos por siete minutos. Y lleg el agobio. Tenamos una hora y cuatro minutos para llegar al tercer control, que estaba cinco kilmetros cuesta abajo. Fue una lucha contra el dolor y contra el reloj. Correr cuesta abajo es un suplicio. Entre Josef Ajram y el hombre escoba me fueron llevando. Salvamos el control por dos minutos. Ahora tenamos asfalto y cuatro horas de margen para hacer cinco kilmetros hasta la llegada. As que le dije a Josef: "Amigo, de aqu a la meta estoy de vacaciones. No corro un metro ms".

Dejamos marcharse a tres parejas que iban con nosotros y nos dedicamos a pasear como las viejas de los pueblos: por el arcn izquierdo y con mucho cuidado.
Al llegar, nos enteramos de que la gente est rota. Como era una etapa para correr, la mayora lo han dado todo y ha habido pjaras. Entre ellas, una monumental de Fabin Roncero que, pese a todo, hizo sexto con su compaero: "Esto es salvaje, hermano", me deca en la meta. Para hoy tenemos un terreno que, al principio, nos va. Hay que subir un tres mil y se arranca desde la misma salida. Luego, el infierno: 2.600 metros de bajada. Me veo otro da con mi amigo Mario, el hombre escoba.